Crónicas de un ataque al campanario

Categoría: Escalada, Noticias

Por Tomas Pellizari

*Cabe destacar que esta cumbre presenta una alta peligrosidad principalmente por la mala calidad de la roca (caídas de material y dificultad para emplazar seguros confiables) y lo hostil que pudiera ocasionalmente presentarse el clima. Por ello  este articulo es principalmente para poder entregar información valiosa, a quienes quisieran intentarlo, pero siempre considerando que es es un itinerario PELIGROSO, solo apto para cordadas que dispongan del equipo, capacidades y conocimientos acordes a su dificultad. Y NO ES UNA INVITACIÓN A INTENTARLO.

Ubicado en la séptima región, en el denominado paso Pehuenche de la frontera chileno-argentina, el Campanario se impone sobre las demás cumbres de su alrededor por ser una de las más altas cimas de la región.

Sergio Kuntsmann, Mario Puig junto a los hermanos Bión y Ociel González en 1962, realizaron uno de los grandes intentos a este inexplorado volcán de la región, sin embargo tuvieron que darse por vencidos a unos 30m de la cumbre, la cual  calificaron de «barro solidificado». En este intento Puig y Kunstmann son los que llegaron más lejos, puesto que los hermanos González se quedaron un poco más abajo. Cabe recordar que Ociel y Bión ya habían hecho otro intento en 1959 junto a Fernando Montenegro.  Consigna el portal Andeshandbook.

 “60 años se cumplen del primer registro de intento de esta esquiva montaña a cargo de Fernando Montenegro, Bion y Osiel González, en donde el material utilizado en aquella época ha sido el cual, en este intento, hemos confirmado que es el ideal para progresar de la manera más segura posible por sus paredes (clavos y estacas).

En compañía de Carlos Espinoza, Tomas Pellizzari y Alvaro Cerda, hicimos de este viaje un nuevo aprendizaje para no descartar un futuro intento en el estilo que creemos es el más factible y seguro.

Esta vez la montaña nos puso dura la misión con los fuertes vientos que nos maltrataron y que nos dejarían descansar solo el ultimo día, cuando la decisión ya estaba tomada, un factor a considerar para quienes pretenden intentarlo. Sortear los aéreos y expuestos largos con fuertes vientos se transformó en un desafió peligroso” // Carlos Bravo Amaya // Volcán Campanario 03-01-2019. Extracto (de cordada perseverantes

Esta aventura comienza hace unos meses atrás cuando por esas casualidades de la vida, entrenando en una de las grutas de monos talquinas, mi amigo “Negro”( Carlos Espinoza), me comenta de un proyecto, un proyecto ultra secreto, del cual no me daba pistas ni ideas, solo me dijo : “ amigo , te tengo una proposición, ya te daré más detalles, pero hemos hablado con Carlos y nos gustaría extenderte una invitación de escalada de aventura, pero solo te digo que es de aquellas de alto riesgo, sufrimiento , dolor y escale, de esas solo para espartanos», sin pensármelo dos veces respondí:  “No sé de qué se trata, pero desde ya, estoy listo pal pegue amigo mío”.

No se puede hacer llamar Maulino, quien no haya ido a la alta cordillera de la séptima región , en donde ya desde el valle de los cóndores, (para que entrar en detalles de su belleza), pasando por el borde de la  laguna del Maule, con su color azul penetrante y la inmensidad de cumbres volcánicas que la rodea, no se haya sentido atraído por ese hermoso monstruo, ese castillo gigante que corona la silueta más alta de todas las montañas, de la panorámica vista del sector, aquella torre que aparenta haber salido de uno de los libros de Tolkien, aquella fortaleza de roca llamada el Volcán Campanario.

Vista del Campanario desde el Valle de los cóndores. Fotografía- Carlos Bravo

Vista del campanario desde Valle de los condores. Foto: Carlos Bravo 

Ya desde mis inicios como escalador, cada vez que nos íbamos a jugar a la zona escuela del valle de los cóndores a creernos escaladores, siempre escuchaba lo mismo cada vez que veíamos a alguien hipnotizado por el monstruo, “aún no tiene cumbre registrada, solo los pocos que se atrevieron a intentarlo, volvieron comentando la mala calidad de la roca que compone al Campanario y la exposición del lugar”, descripción suficiente para desincentivar a cualquiera a intentarlo… O no?.
Ya en el 2012, después de más de 50 años, la cordada de los míticos monos maulinos: Carlos Bravo ( “El guata”) , Erasmo Gonzales (“Moreno”) y Carlos Espinoza ( “El Negro”)  decidieron armar una expedición y dar lo mejor de ellos para lograr romper ese hechizo de nunca cumbre que rodea a nuestra joya de los andes centrales (Ver Relato del ataque a cumbre del 2012)

visra de la aproximacion

Vista del Volcán Campanario con su descompuesta roca, una de las principales razones para que aun no registre cumbre esta cima Maulina

Tras ese viaje en donde Moreno por poco no la cuenta dos veces, el equipo volvió vivo, casi sano, pero a salvo y aun mejor, con información. Información valiosísima, ya no era solo una leyenda, ya no eran suposiciones ni canciones de bardos, era tangible, ellos estuvieron ahí y con lo mejor de ellos, se enfrentaron a la montaña. Tal vez no ganaron la cumbre, pero sí volvieron victoriosos. Había una ruta, había un camino a la cumbre, no era un camino fácil ni mucho menos seguro, pero de que existe, existe!.

Pasando los años, los relatos de estos tres referentes de la montaña y la escalada, nos quedaron dando vueltas a todos los escaladores que en reiteradas ocasiones les preguntábamos detalles del lugar, y la respuesta de los tres siempre fue la misma, la que avalaba las míticas historias:  “ La roca es mala,  muy mala, se compone de un conglomerado de rocas que parecieran unirse entre ellas con el peor mortero, hecho por el albañil más descontento de la tierra,  al punto de que no se puede proteger, ni casi escalar, solo un par de seguros en cada largo, seguros para mentirse a uno mismo y calmar la mente”.

panoramica BBB

Un escale muy cuidadoso requiere el descompuesto conglomerado del Campanario donde los seguros instalados muchas veces son precarios.

Posteriormente en el 2014 Carlos (el guata) en un segundo intento de cumbre se equipó con el mejor rack posible, dos leyendas de la montaña, Felipe Gonzales y Darío Arancibia, para así intentar nuevamente romper este encanto de no cumbre, lamentablemente las condiciones climáticas del lugar, esta vez harían imposible el alcanzar la cumbre debido a los grandes vientos que impactaban sobre los afilados torreones de la montaña, haciendo más difícil y más peligrosa la delicada escalada de este volcán. Nuevamente el equipo tuvo que retroceder, al menos sanos y salvos, sin embargo, esta vez el equipo volvió con otra pequeña migaja de información,  pero de un gran valor… Los clavos eran la respuesta.

Volviendo a  mi historia, es aquí donde inicia mi participación en esta última aventura. Tras aclarar mis sospechas de aquella misteriosa invitación del Negro, comenzó la jornada psicológica de preparación y logística para el ataque.  Sabía que iba a ser una ardua misión, me sentía físicamente preparado pero,¿ y la cabeza?, ¿el miedo?. Ese maldito miedo, que a veces se apodera de ti y te congela, ¿sería capaz de alejarlo sin exponer riesgosamente a mis compañeros de equipo y a mí mismo?, pero bueno, venga ¿no? , no habría espíritu aventurero si no nos la jugáramos por nuestras capacidades.

Ya sabiendo la fecha de ataque (28-01-2019) y teniendo todo el equipo preparado y listos para partir, nos enfrascamos en nuestra aventura, hacer cumbre ,y hacerlo volviendo vivos, esta vez el escuadrón de ataque se componía de dos cordadas, la de los experimentados Carlos y   Negro,  que volvían nuevamente a enfrentar al monstruo y la segunda menos experimentada , compuesta por  Álvaro Cerda, ( con experiencia en ascenso de altas montañas y escaladas en terrenos mixtos), y yo vuestro humilde narrador, dejando sobre la mesa mi pequeño párrafo de CV de cero montañas, algunas grandes paredes, pero mucho corazón, cojones ,optimismo y bueno, un “pequeño” repertorio de información ñoña, de todo lo que se pueda leer, o mirar sobre estilos de progresión y protección de escalada en roca.

Dando inicio a nuestro viaje, el día uno acampamos a las faldas de la montaña, viéndola ahí frente a nosotros, imponente como ella sola. Descansamos en el último reguero donde podíamos cargarnos de agua y dormir tranquilos antes de la dura jornada del día siguiente.

marmot campanario

Echando la talla los cabros y relajando «la mente» con el Campanario de fondo para tomar toda la motivación para el día siguiente.

El segundo día a pesar de lo despejado del cielo, existía un aire de desalojo. Desde un comienzo la montaña no nos quería ahí, nos recibió con grandes ráfagas de viento, de aquellas ráfagas patagónicas de las que no te dejan estar en pie. Caminamos lentamente en subida por un acarreo bastante duro, en términos de consumo energético, durante aproximadamente unas 6 horas con todo el armamento de escalada en nuestras mochilas y mi “pequeña” reserva de comida suficiente para alimentar al 4° batallón de infantería, (ya que he aprendido que la moral y la comida no pueden faltar en ninguna batalla espartana de montaña jaja).

Transcurridas las horas, nos dimos cuenta que una vez que alcanzamos la base de la pared de roca, nos sería imposible caminar a sus faldas hasta el campamento base y debíamos hacer un vivac, debido a la exigencia de una progresión delicada, sobre la formación de un gran nevero congelado que se encontraba en las faldas de la pared, cortándonos el camino a la añorada terraza horizontal que nos cobijaría el resto de los días. “ Ok, a buscar donde dormir” , mirando por ahí, encontramos un gran bloque, a no más de 300 mts de la base de la pared, bloque que nos cobijaría del viento por esa noche y con la suerte que en su regazo había un muro de nieve que nos proveería de agua y una pequeña cornisa de no más de 3 mts de ancho y 1,5 de longitud, en donde tras trabajar un rato, entre los cuatro, logramos nivelar el terreno e instalarnos con nuestros sacos resguardados del viento, con un muro de nieve como el respaldo de nuestra “confortable” cama, y el vacío bajo nuestros talones.

Como cualquier buen montañista, sabíamos que el ánimo era crucial en este tipo de situaciones, por lo que tras risas y bromas nos vestimos con nuestras mejores ropas de gala de montaña  y nos dispusimos a cocinar y a comer con una vista panorámica increíble de todas las montañas, lagunas y volcanes que nos rodeaban con esa última luz del día, en donde sobre nosotros veíamos claramente la vía láctea en 4000K, uno que otro meteorito que por poco no impactaba en la tierra justo antes de desintegrarse,  y los últimos tonos de arrebol del día hacia la costa.

Tras dormir a intervalos, a pesar de la arena que el viento nos traía “amablemente” a la cara, logramos descansar durante casi toda la noche. Misteriosamente “llamémoslo así”, al amanecer sin motivo alguno, desperté con la extraña sensación de que tenía que ponerme el casco, ya que porfiadamente fui el único del grupo que se rehusó a dormir con él, debido a lo incomodo que implicaba dormir con éste, Sin embargo, tras este extraño sentimiento al despertar, me incliné para alcanzar el casco, justo cuando un gran bloque de roca aterrizó con toda la gracia de un clavadista olímpico exactamente donde yo había tenido apoyada mi cabeza mientras dormía plácidamente las últimas horas….. “ok…. La montaña no nos quiere aquí…” ese fue mi primer pensamiento, pero a la vez me invadió la intriga de por qué me desperté con ese extraño anhelo por mi casco? , decidí ser optimista  y tomarlo como una buena señal de suerte de mi lado, y que alguien o algo nos cuidaba. Tras ese “suave” despertar, nos preparamos un gran desayuno y nos dispusimos a continuar con nuestra aventura, se nos venía una larga jornada por delante.

Iniciamos la marcha sobre un acarreo aún más delicado, debido al canalón en el cual tuvimos que entrar y que dirigía todos los proyectiles que desprendíamos sobre nosotros mismos, solo para poder alcanzar el borde del “pequeño” nevero, el cual tras un rato de deliberación, decidimos sortear por arriba, lo cual implicaba cruzar solo un corto tramo de éste, pero sin ningún equipo de hielo salvo un piolet para los cuatro. Fue en donde Álvaro tomó el puesto de abridor junto con Carlos en donde a patadas, puñetes, mordiscos y pioletazos, fueron formando peldaños en el hielo para que Negro y yo pudiéramos avanzar tras ellos.

“Lo Logramos!!!!!”, Finalmente tras dos largas jornadas logramos llegar al que sería nuestro acogedor hogar por los próximos tres días, una pequeña planicie a pie de ruta, en la cual tras algunas obras civiles y trabajos de remodelación, logramos dejar confortable para dos carpas pequeñas al resguardo del viento y con las cercanías de un pequeño nevero, el cual nos proveería de nieve fresca para derretir y abastecernos de agua.

panoramica argentina desde el campapento a pie de pared

Panorámica argentina desde el campamento a pie de pared.

Siendo el medio día nuestra hora de llegada al campamento base, fue ahí donde la cordada abridora, (de Carlos y Negro), toman la decisión de no perder más tiempo y atacar inmediatamente.

La misión del día era abrir los dos primeros largos de la pared y fijar una cuerda estática para así el día siguiente jumariar cuerda arriba y retomar la ruta en el largo tres.

Les deseamos buena suerte y los dejamos fluir en su aventura personal, mientras Álvaro y yo terminábamos de acondicionar el lugar de morada y abastecernos de toda el agua que pudiéramos obtener durante su ausencia. Pasaron las horas cuando la cordada abridora volvió sana y salva al campamento logrando el objetivo, pudieron dejar la preciada cuerda fija al final de la segunda reunión, pero un dejo de preocupación invadía sus rostros, «el cerro no nos quiere aquí, la roca pareciera estar más descompuesta que antes», dijo Carlos; ante este comentario, la preocupación que atacó a estos experimentados escaladores, se expandió sobre nosotros como una infección y nos dejó con un gusto amargo en la boca. Como dije anteriormente, ¿qué es una aventura sin una buena moral y con un estómago vacío? , Invitamos a nuestros compañeros a comer en exceso, a reírnos de las desgracias y a recuperar ese gran ánimo que nos acompañaría el resto del camino.

 

A la mañana siguiente nuevamente el viento no nos dio tregua, y a pesar de tener un cielo totalmente despejado, la sensación térmica era tan baja, que sólo con cuatro capas nos permitíamos salir de los sacos de dormir, a causa de esto debíamos esperar a que el sol iluminara la pared, para recién pensar en montarnos en ella, mientras ese rayo de luz subía lentamente por la pared, discutíamos la estrategia de ataque de este día. Tras una deliberación entre Carlos y el Negro , decidimos romper las cordadas y mezclarlas,  por lo que este día iniciaríamos la escalada Negro junto conmigo, durante dos largos más allá del punto alcanzado el día anterior, para llegar a una gran terraza en donde fijaríamos otra cuerda estática para abrirle el paso a la segunda cordada y dejar que ellos estando más frescos, atacaran los siguientes dos largos más, y así quedar lo más cerca posible los cuatro, de este último largo podrido que nos daría la cumbre.

En el momento en que supe que tendría que partir, no me quedó más que en sólo 30 minutos preparar todo mi equipo, enfundar las armas y con ansias caminar hacia la pared dispuesto a jumariar esos 60 mts de cuerda y de comenzar a atacar esa roca, que revivía una historia de escalada de verdaderos pioneros de roca de más de 60 años atrás. Comencé mi ascenso por la cuerda impetuosamente, cuando me percaté de la gran cantidad de rocas que iba desprendiendo en el camino, las cuales llovían y llovían hacia el vacío y hacia el Negro que se protegía atrás de una cornisa cual minero en plena tronadura. Cuando me percaté de esto obviamente disminuí mi ritmo de ascenso, aprendiendo una gran lección de la progresión de este cerro….»aquí todo se hace de forma delicada”. Llegando a la R me dispuse a ordenar el equipo y a esperar al Negro que subía por la cuerda una vez que yo ya dejé de atacarlo con bombas aéreas. “ Ya amigo, nudo cerrado, equipo ordenado, arnés cerrado, motivación a 1000%, vamos”, Esas fueron las palabras del Negro junto a una gran sonrisa a la hora de abalanzarse sobre este largo tan terrorífico, el pegue consistía en desescalar un tramo de pared, ( para variar descompuesta ), de unos 6 mts, para recién montarse en una placa semi desplomada con una caída al vacío a cada lado de la aguja, sin ninguna opción de protección móvil ni pasiva, solo la opción de freesolo, o de martillar clavos alpinos y las maravillosas estacas de acero liso que resultaron ser el legado de los antiguos, estacas de acero de 30 cm de largo, con un ojal soldado de más de 60 años, aun así, eran nuestra mejor apuesta en este ataque cumbrero. Negro se lanzó con toda la furia a la pared y justo en este momento el viento empeoró, dándonos aun así menos tregua que antes. Negro intentó montarse para poner recién el primer seguro y el viento atacaba más y más, bajando más todavía nuestra sensación térmica, aun así mi amigo no se rindió e intentó dar cara a este monstruo con todas las de él, pero esas ráfagas hacían imposible el acercarse con equilibrio a la pared. Pasaba el tiempo y el cerro no nos daba tregua, tras varios intentos fallidos, Negro logra colocar una estaca precaria, un micro Cam para la mente y un clavo, pero este clavo sería clave, ya que misteriosamente se empotró como ningún otro, no fue perfecto, ni tampoco entró completo, pero con una alondra en su base nos dio la confianza para creerle. Cuando este clavo se quedó, el viento comenzó a hacer más presión mental sobre mi compañero, el cual gritó con esa furia interna que nos ataca cuando nos invade la frustración.” puta la weaaaaaaa”, mientras miraba su clavo sin convicción y tras esta dura batalla de estrés mental con los seguros decidimos hacer un relevo.

estacas 1959

El maravilloso legado de trepes anteriores, estacas de 1959

Yo abriría. “Ok, con todo amigo” y así como yo acompañé con todo el espíritu a mi cordada en su pegue, sabía que él me estaría acompañando en cada paso por la roca. Hicimos el cambio de equipo, revisión cruzada y a la piscina. Me monte en la maldita placa, retomando los últimos seguros que dejó mi compañero para mi protección e internamente pensé: “la opción de escalada en libre por defecto la descarto, a cerro antiguo, técnicas antiguas”, me armé con dos estribos y comencé mi asenso de clavo en clavo, cerrando los ojos en la transición de peso de cada seguro, ya que sabía que cualquier caída podría implicar la muerte de los dos. Me logré montar en este último clavo, al cual sin pensarlo dos veces le creí a muerte y me subí por él hasta alcanzar con mi máxima extensión a colocar otro clavo más, un clavo rescatado de la misma pared de más de 60 años de antigüedad, pero bueno, dicen que lo antiguo se hacía mejor ja, ja. Este último clavo  entró a fierro, y me dejó llegar a los agarres superiores de la placa los cuales si no se salían, me permitirían montarme en una mini terraza y poder abrir en libre lo que quedaba del largo.

Me estiré a alcanzar estos dos agarres y tras sacudirlos con todas mis ganas decidí creerles, me volteé y miré al Negro con cara de decisión para decirle “ya amigo, de aquí p’adelante me lanzo a la vida,  conmigo compañero?“, y tras escuchar la señal de apoyo de mi cordada, sin dudarlo, me abalancé sobre estos agarres y trepé como si fuera el rocódromo más seguro, solo concentrado en la delicadeza de mis movimientos. “ok, lo logré”, sorteé la placa desplomada y logre llegar  a la terracita sin proteger, no morí, esa fue la gran alegría que me invadió momentáneamente, solo para ver lo que venía.

El siguiente movimiento implicaba pasarme al otro lado de la aguja en una travesía horizontal, un paso de boulder muy aéreo y amenazante, ya que implicaba una gran caída pendular hacia el vacío, mire lo que venía después y si lograba hacer este paso que resultaba ser el crux, se me venía una subida aplomada de unos 15 metros por un canalón descompuesto. Tenía la opción de solo colocar un seguro, pero si iba a ser uno solo, debía ser “EL SEGURO”, por ende, saqué el arma secreta.

Por esas vueltas de la vida, había caído en nuestras manos una cinta disipadora industrial, la cual ante una gran caída, rompería sus costuras disipando la energía sobre el anclaje solicitando con una menor carga la unión estaca roca, pero solo funcionaria una vez, así que solo había una oportunidad. Con todas las ganas, tomé el martillo y enterré esa estaca hasta que me rebotó el brazo, sin embargo, la estaca penetró hasta la mitad, lo cual fue más que suficiente para colocar el disipador en ella y además una cinta alargada con una alondra pegada a la base de la estaca. “Ok, ahora sí  le creo”; instalé este sistema híbrido prehistórico-aeroespacial justo antes de montarme en el boulder y disponerme a avanzar por el canalón, ya que en caso de una caída, rodaría canalón abajo para quedar colgando del arma secreta.

Me dispuse a partir y con toda la calma del mundo, busqué el bloque más grande y firme que pude encontrar para poder pararme  y abalanzarme al canalón. Solo encontré uno, un bloque grande a buena altura, pero que a pesar de todo lo que lo sacudí se sentía sólido, ya que todo lo demás se desmoronaba en mis manos. Me decidí por creerle a lo bueno y me la jugué por un pie mano , poniendo mi talón sobre este blocón maestro, aun así necesitaba de algún agarre de mano para poder montarme sobre el bloque y así ya lanzarme al interior del canalón, busqué y busqué, pero nada, todo podrido, ¿la última opción?, creerle a lo malo, me la jugué por escalar con la delicadeza de un gato en una vidriería, tome todos los agarres de mano, con la punta de los dedos y solo los presionaba con la máxima delicadeza dándole toda la fuerza a mi talón. Entre punta de dedo y punta de dedo haciendo presión hacia la pared, logré sumar la fuerza suficiente que necesitaba para pararme sobre el bloque bueno y una vez que me sentí a la altura, me abalancé al canalón. “pasé won!!” le grité al Negro, quien a través del viento escuché que me vitoreaba a lo lejos mientras me alimentaba con cuerda. Subí tan confiado después de ese último movimiento delicado, que preferí solo avanzar y avanzar sin proteger durante todo el canalón hasta llegar a la R.

Dentro de mi felicidad por haber pasado, me apresuré en montar una reunión lo más segura posible (lo cual no era muy fácil, debido a la descomposición de los grandes bloques) y me dispuse a asegurar a mi compañero.

Una vez que el Negro logró alcanzarme y no de fácil manera, debido al gran peso de su mochila, nos dispusimos nuevamente en formación de ataque, donde él tomaría la delantera y abriría el último largo de nuestra jornada. En la R analizamos el pegue anterior y entusiasmadamente llegamos a la conclusión de que esa, era la forma de avanzar, esa era la clave del cerro, la “artifo”, la progresión con estribos sobre las estacas en las peores situaciones, información clave para los largos posteriores.

Una vez que Negro estaba equipado y listo para partir, nos sonreímos y nuevamente mi amigo se lanza a la batalla, en este largo , yo solo lo vi subir una torre de roca para luego perderlo de vista y solo escuchar como batallaba por una travesía horizontal por todo el filo de los cuchillos gigantes que componen este largo, a lo lejos escuchaba como el Negro le daba con el martillo, cual enano forjando espadas, mientras yo miraba hacia abajo para ver a nuestros amigos de la otra cordada observando con asombro y preocupación como el negro bailaba por arriba del filo del cuchillo mientras el viento nos azotaba, tras un rato de ya no escuchar más ruidos de martilleos, comenzó a silbar un viento aun peor, y fue solo muy a lo lejos cuando escuche el llamado de mi compañero, “ Toooooommyyyyyyy, ténsameeeeee”,  sin dudarlo recogí y tensé la cuerda lo más que pude….. Nuevamente escuche: “ Tooooomyyyyyy, bájame muuuy de a poquito “me intrigaba que estaba pasando del otro lado de la roca, pero sin cuestionar nada, muy sutilmente comencé a dar cuerda en tensión….” Toooomyyyyy, voy a devolverme, ¿como chucha subo?”, claro , me percaté que mi compañero estaba colgando debajo de una cornisa, pero con la suerte de que bajo sus pies había una pequeña terracita , la cual sirvió para que él se pudiera parar y destensar la cuerda para que yo la fijara en la reunión y así el pudiera jumariar por su propia línea.

vista de los cuchillos que componenen la travesia del cuarto largo

Los cuchillos que componen el cuarto largo con una calidad de roca evidentemnente descompuesta. Foto: Carlos Bravo 

Tras un rato de solo comunicarnos a gritos a través del viento, veo aparecer sus rastas sobre la torre de roca que estaba frente a mí, “ que gusto verte compañero”, le dije, pero le vi nervioso, algo no andaba bien. “ Amigo, el cerro ha cambiado, la pasada se derrumbó, la línea ya no es la misma y lo que se viene antes de la gran terraza es otra placa desplomada de material descompuesto”, y solo en este momento el Negro sintió el peso de la irresponsabilidad de su escalada de hace ya 7 años , en donde prácticamente se pegó un freesolo a lo «Alex» por todas esas placas descompuestas y no cayeron al vacío, solo porque la ruleta rusa de desprendimiento de agarres les sonrió, (Ignorance is Bliss.. dicen los gringos) ), fue ese pensamiento el que gatilló la duda en mi compañero  al encontrarse sobre el ultimo torreón de roca que lo separaba de mi posición. No lo dejé vacilar y le aconsejé que montara una reunión con clavos, para así poder bajar de forma segura a donde me encontraba yo. En menos de lo que canta un gallo mi amigo se encontraba junto a mí y ya tomada la decisión de desistir.

Nos dispusimos a rapelear con la misma delicadeza de toda la jornada, debido a lo delicada de nuestra reunión , le rezamos a la R para que resistiera este último esfuerzo y emprendimos el rapel , solo para terminar aterrizando sobre el gran nevero a pie de pared ,(aparentemente el cerro no nos quería soltar ja,ja), con la suerte de que Álvaro ya nos estaba esperando listo con el piolet en mano para escapar del hielo nuevamente y así volver sanos y salvos a nuestro campamento con los últimos rayos del sol.

rapeleando el nevero

Alvaro Cerda comenzando a rapelear con una postal espectacular de las cumbres maulinas Foto: Carlos Bravo 

Ya en la seguridad del “hogar” nos dimos un gran abrazo con la inmensa felicidad de estar todos bien y nos dimos el último y gran festín antes de escapar de la tormenta eléctrica que se vendría el día siguiente.

ultimo dia antes de decsender

Los cabros sanos y salvos el ultimo día antes de decender.

Esa noche tuvimos el privilegio de ver una gran tormenta eléctrica formada en el cielo del lado argentino la cual nos dio una vista privilegiada de estos “flashes” de la naturaleza. A la mañana siguiente, irónicamente el cerro nos despidió con una agradable temperatura, sin viento, pero con la constante amenaza de la tormenta eléctrica que golpearía el campamento al atardecer.

Bajo esa invitación a bajar, nos equipamos y nos dispusimos a bajar el cerro sin antes tener que rapelear todo el gran nevero hacia abajo debido al desprendimiento de roca que íbamos a provocar sobre nosotros si es que bajábamos por el canalón que nos dirigió arriba del nevero en primera instancia.

Tras rapelear los cuatro, nos dirigimos a toda máquina a la parte baja de la montaña dando así por concluida nuestra aventura, sin irnos con la cabeza baja, al contrario, extremadamente felices de las migajas recolectadas y de las pistas de información que poco a poco, ataque tras ataque de diferentes cordadas nos han ido revelando la forma de lograr esa tan preciada cumbre. Este viaje solo aumentó nuestras ganas de volver aun con más decisión, armas secretas, buen ánimo y compañerismo que antes. Que este relato sirva de traspaso de pistas para cualquier motivado que desee ir por esta bella montaña.

Para terminar este relato no me queda más que regalarles esta hermosa cita en honor a todos los que han pisado esta montaña y han sido un gran aporte para poco a poco acercarnos a la cumbre.

 “Si he logrado ver más lejos que otros, ha sido porqué me he subido a hombros de gigantes”…. Sir Isaac Newton.

Nuestros agradecimientos a Andesgear, grupo GEAM y a todos los que nos enviaron su apoyo en esta ardua y entretenida misión.

Tomás Pellizzari.

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