El trabajo mental para ser un gran escalador
Si hay algo clave, medular, trascendente o fundamental del trabajo de un entrenador mental, psicólogo, coach, mentor, gurú, o como quieran llamarle a esa persona que intenta ayudar a otro -u otros- para que vaya encontrando su camino, avanzando y logrando sus metas… es el trabajo con las emociones.
Es ya un cliché, y no por eso deja de ser importante recordarlo una y otra vez: hoy el campeón, el ganador, es aquel que tiene su mente más entrenada y desarrollada. Talento y habilidades, pocos los tienen, la mente de un ganador… son contados. ¿Cómo es esta mente?, ¿Qué la compone?, ¿Cómo se consigue? Son dudas casi filosóficas. Lo principal es su control emocional, la capacidad de mantenerse en sus casillas en los momentos cruciales, así como el recuperarse o mantenerse ante la adversidad. No llegar o tener una respuesta rápida ante la frustración es algo que los caracteriza. La automotivación, perseverancia, autocontrol y gestión emocional.
¿Qué son las emociones, dónde están y qué implicancias tienen en nuestras vidas y en el rendimiento deportivo? Son cosas que trataré de explicar muy simple y sucintamente.
Las emociones las podríamos definir como un tipo de software de nuestro cerebro, que tiene el objetivo de la supervivencia personal y de la especie.
Todas las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida (Goleman, 2000).
Las emociones son una parte sustancial de la vida humana. Continuamente, experimentamos emociones. Pero pocas veces nos paramos a reflexionar sobre qué son las emociones, cómo influyen en el pensamiento y en el comportamiento, qué diferencia hay entre sentimientos y emociones, etc.
Goleman, autor que popularizó el concepto de inteligencia emocional, define emoción de la siguiente manera: “utilizo el término emoción para referirme a un sentimiento y sus pensamientos característicos, a las condiciones psicológicas u biológicas que lo caracterizan, así como a una serie de inclinaciones a la actuación”. Todas las emociones son esencialmente impulsos a la acción; cada una de ellas conlleva a un cierto tipo de conducta. En los animales y en los niños pequeños hay una total continuidad entre sentimiento y acción; en los adultos se da una separación: muchas veces, la acción no sigue al sentimiento.
Las emociones facilitan las decisiones y guían nuestra conducta, pero al mismo tiempo necesitan ser guiadas. Existen centenares de emociones y muchas variaciones, mutaciones y matices diferentes entre todas ellas. Es por esta razón que es importante saberlas identificar, para poder gestionarlas y controlarlas.
En realidad, existen más sutilezas en la emoción que palabras para describirlas. (Goleman).
Cerebro triúnico o triuno
Tradicionalmente dividimos al ser humano entre corazón y razón, o entre emociones y el pensamiento racional, lógico. Esta imagen es en parte real mezclado con metáfora. El cerebro está construido por etapas, capas, que siguen el orden de nuestra evolución:
1.El cerebro reptiliano, reptilian o primitivo, es el básico o el instintivo en el ser humano. Es el que actúa cuando nos ocupamos de cosas puntuales como fregar, lavar o coser. Es la parte más antigua del cerebro, es más, es el primero que la naturaleza nos proporcionó junto con los reptiles, hace unos 500 millones de años. Es ese que nos mantiene vivos, contiene nuestros instintos de supervivencia, maneja elementos clave como nuestra frecuencia cardiaca, respiratoria… y cuando se nos pasan.
2. Lóbulo límbico o cerebro emocional. Siguiente evolución. Almacén de nuestras emociones y recuerdos. En él se encuentra la amígdala, considerada la base de la memoria afectiva. Entre las funciones y las motivaciones del límbico están el miedo, la rabia, el amor maternal, las relaciones sociales, los celos, etc.
3. Neocórtex o cerebro racional. Es quien permite tener conciencia a la vez que desarrolla las capacidades cognitivas: memorización, concentración, autoreflexión, resolución de problemas, habilidad de escoger el comportamiento adecuado. Esto es lo que nos hace humanos, nos da la capacidad de pensar, pensamiento abstracto, a largo plazo, etc.
Esto es lo que se denomina: cerebro triúnico. Los tres en uno e interconectados.
Citaré algo que vi en Instagram al despertar hoy:
O recordar algunas conversaciones con Tomas Ravanal; sus mejores performance han sido -nuevamente- “sin expectativas”, sin que sus emociones se desbordaran. Sin tener estas “expectativas” es estar contentos con el aquí y ahora, tranquilos, centrados y disfrutando del momento. Sin querer – en esos momentos- había un control emocional.
Cuando vemos a los campeones olímpicos, al mismo Bolt o Phelps, Isinbayeva o el mismo Márquez, podemos observar ejercicios, rituales y estrategias para modular y tomar el control de sus emociones. Esto se trabaja con la neocorteza y la amígdala. En función de la modalidad deportiva o incluso de la tarea concreta que esté realizando el deportista, se ponen en marcha diferentes procesos cognitivos, por lo que la influencia del afecto sobre el rendimiento dependerá de cómo afecte a estos procesos cognitivos.
Los procesos cognitivos que tienen más influencia en deportes de carácter abierto -como los deportes de equipo- son: atención, percepción, memoria y toma de decisiones. Y para poder usar estos procesos, necesitamos tener bajo control las emociones.
Ahora, un detalle importante en la vida y en el deporte: el “ataque amigdalar” o estallidos emocionales. Esto lo vemos seguido en el deporte, sea el que sea. Estos son los arranques de rabia, frustración que nos muestran estos actores; poco, bajo o nulo autocontrol. Nuevamente, aquel que logra entrenar este aspecto es el que seguirá en la cancha o pista, el que no será expulsado y terminará el partido o su participación con reales opciones de ganar… más allá de su talento. Goleman también nos habla de esto en extenso, y lo caracteriza como un episodio en donde muchos no recuerdan lo que pasó, las emociones tomaron control de su cuerpo (emociones tóxicas o negativas) para así reaccionar violentamente.
La atención se ve influida por el estado afectivo del deportista. Así, por ejemplo, se ha encontrado que los niveles altos de ansiedad favorecen un modo de procesamiento caracterizado por una acentuada vigilancia hacia estímulos de contenido amenazante. Por tanto, si un jugador de baloncesto tiene un alto grado de ansiedad, el partido está en su recta final y con marcador igualado, posiblemente esté atendiendo en mayor medida al poco tiempo que tiene para jugar, por lo que su rendimiento disminuirá. Igualmente un jugador que acaba de salir de una lesión grave y tiene miedo a recaer, tiende a centrarse más en la zona que estaba lesionada que en jugar.
De forma similar, la interpretación que hace el deportista de situaciones y estímulos ambiguos tiende a ser coherente con el estado emocional que tiene en cada momento. Así, la situación tiende a interpretarse de forma negativa cuando el estado emocional del deportista es negativo que cuando es positivo. Por ejemplo, cuando el deportista tiene un estado emocional negativo porque su equipo va perdiendo tiende a percibir los errores de los árbitros como más perniciosos, a propósito, etc. que cuando está en un estado emocional positivo. Una falta es interpretada como malintencionada en mayor medida cuando se está en un estado emocional negativo que cuando se está en un estado afectivo positivo.
En cuanto a la influencia de las emociones en la toma de decisiones hay que comentar varias cuestiones. Por un lado, los estados afectivos positivos suponen un procesamiento de la información más heurístico, más esquemático; en cambio, los estados afectivos negativos suponen un procesamiento de la información más detallado. Así, si un jugador tiene un estado afectivo positivo tenderá a decidir rápido y lanzar a canasta; en cambio, un jugador con un estado afectivo negativo puede pensárselo dos veces y al lanzar más tarde, da tiempo a que llegue el defensor.
“Un cerebro inmovilizado suele ser la razón por la que el atleta más fuerte o más rápido o más hábil resulta derrotado en una competición frente a un rival que, al menos sobre el papel, parece estar en inferioridad. Aunque la destreza física es sin duda muy importante, hay otros aspectos como el acondicionamiento mental, la dureza, la motivación y la capacidad de recuperarse con rapidez frente a un fracaso (Nick Bollettieri, coach de tenis, en el prólogo de Entrenamiento Mental para optimizar el rendimiento).
Siempre podremos educar o reeducar nuestras emociones gracias a que nuestro cerebro es plástico. Conectar y reconectar el cableado sólo depende de nosotros y del esfuerzo que pongamos en el trabajo.
Ps. Sergio Miranda C.
sergio@entrenamientomental.cl
Consultor de Entrenamiento Mental