El Pensador: Sobre intentos y fracasos

Categoría: Consejos

Son la una de la mañana y no he logrado dormir nada. El viento parece desquitarse con nuestra carpa de manera alevosa. El despertador suena en una hora y media más. ¿y si mejor nos quedamos en el saco?. El mal tiempo ha sido nuestro fiel compañero en esta salida, y al parecer no va a ceder, hoy vamos a levantarnos y al menos lograr salir de la carpa…

¿Qué nos conduce a tomar riesgos? ¿Por qué estoy aquí en vez de estar en casa con mi hijo y mi mujer? ¿Ego? Es difícil la respuesta, son un montón de factores los que conducen mi cuerpo a las alturas, al frío y a la sed, sed… ¡Maldición! Las botellas con agua se quedaron afuera, deben estar congeladas.

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Por tercera vez estamos en el mismo campamento, en invierno, tratando de dormir a 4.800 metros. Puedo recordar perfectamente la primera vez que “intentamos”  esta ruta, y lo digo entre comillas porque realmente nos cagamos enteros cuando vimos las condiciones de la vía. El día anterior estudiamos la ruta más evidente y vimos que el sistema de fisuras de unos 300 metros estaba cubierto de verglas, esa delgada capa de hielo sobre la roca que complica todo. Los dos estábamos motivados, nos sentíamos fuertes pero por dentro sabíamos que no estábamos realmente preparados para una vía que se veía dura: 300 metros de roca bastante vertical que conectaba con un gran plateau, para luego seguir una canaleta de unos 500 metros de hielo y mixta. Ambos habíamos hecho varias rutas clásicas y nos creíamos súper escaladores, como esos de los videos, con ropa hi-tech y siempre con cuerdas nuevas. No tengo nada contra los súper escaladores, pero generalmente sólo vemos el lado bonito. Y la montaña no siempre es así. Como dijo Messner (uno de mis súper escaladores favoritos) alguna vez, las montañas no son justas o injustas, sólo son peligrosas. Y tiene razón, cualquier error de logística, de lectura o una mala preparación pueden costar caras, las montañas pueden ser devastadoras, también. Ese primer “intento” al menos nos dejó algunas cosas en claro, conocimos bien la aproximación y encontramos un buen lugar para armar un campamento seguro. Sólo nos quedaba volver más preparados, con más experiencia quizás.

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No es del todo malo rebotar de vez en cuando. Creo que es justo, necesario y sanador. Si somos lo suficientemente inteligentes podemos aprender y mejorar muchas cosas. Nuestro Ego se regula y nos sentimos pequeños ante la inmensidad de la montaña. Por otra parte, cuando no fallamos nunca caemos en el exceso de confianza, nos sentimos infalibles y grandes, más grandes que la montaña misma, lo que puede ser muy peligroso, de hecho, generalmente los accidentes se dan por un exceso de confianza. Es bueno fallar de vez en cuando, nos da tiempo para meditar y mejorar.

La segunda vez que fuimos por nuestra ruta nos fue mejor, habíamos agregado un par de temporadas a nuestros cuerpos y estábamos más grandes. Fuimos en un formato más “alpino” y llegamos frescos al campamento a pesar de que ese año cayó mucha nieve y la aproximación estuvo pesada.  Mi compañero estaba más fuerte que nunca y su motivación a tope. El año anterior se había anotado el Fitzroy por la súper canaleta; en esa oportunidad no lo pude acompañar debido a una lesión que me mantuvo sin escalar por tres meses y la verdad lo envidiaba “sanamente”, me hubiera gustado alcanzar esa cumbre con él, mi cordada de tantas aventuras y desventuras.

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Durante el segundo intento todo iba bien. Estábamos preparados para el “ataque” final. A las dos de la mañana sonó el despertador y como nunca nos salimos de los sacos y los guardamos inmediatamente para que bajo ningún motivo pudiéramos volver a envolvernos en su cálido confort. Bebimos nuestro té, comimos algunas golosinas y nos comenzamos a equipar. Una media hora de caminata por suaves pendientes de nieve dura nos separaban del pie de la vía, a la que llegamos a las 3.30 am. Había luna llena pero la pared de 900 metros la tapaba. No veíamos mucho a pesar de nuestras híper tecnológicas linternas frontales. Habíamos calculado cerca de 6 largos en la primera parte de roca. Como siempre dividimos las secciones por bloques. Cada uno escalaría tres largos. Yo iba primero. Hacía frío, y mucho. Comencé a escalar la chimenea de manera fluida, debe haber sido un quinto grado con buenas protecciones. Primera reunión, todo como lo planificamos. Roca clásica de los Andes Centrales Chilenos. Hay que escalarla con cuidado. A mitad del segundo largo se complicó un poco la cosa, ya habíamos sentido caer un par de proyectiles, la escalada ya no era tan agradable. Las verglas en algunos sectores hacían de esos lindos quintos algo realmente duro, sobre todo para la cabeza. A pesar de todo, armé la segunda reunión. Atómica. Al llegar a la reunión  mí amigo traía cara de espanto, al ver su rostro intuí que las cosas no iban bien. Uno de los proyectiles le dio en el hombro, dislocándoselo. Cagamos pensé, pero me dijo – Tranquilo, ya estamos aquí, sigue punteando tú y démosle hasta donde podamos, yo apaño de segundo-. Yo sabía que no era una opción sensata, era irresponsable tal vez, pero estando allí con las ganas al máximo y sintiéndome fuerte no pude decir que no. Resolvimos la primera parte en 7 largos. Esquivamos unos tantos camotes y salimos al plateau vivos. Mi compañero se sentía bien, pero un poco adolorido, de todas formas quiso comenzar a puntear el primer bloque de la sección de hielo, que para sorpresa de nosotros se veía más tumbada que desde el campamento. Eran las 7 de la mañana y el frío se hacía sentir. Finales de Agosto, invierno. No nos podíamos quejar. Abrir una ruta en un “casi seis mil” en invierno, por una vía nueva y técnica era un sueño, nuestro sueño. A la mierda lo que diga la gente. Sabíamos que había varios personajes esperando que falláramos nuevamente.  Otra razón para dejarlo todo en la cancha. Fallar no es malo, ya lo dije, pero darle en el gusto a los chaqueteros y envidiosos de siempre de manera tan sencilla si lo es. Vamos a darlo todo, así quedaremos tranquilos, con cumbre o sin cumbre.

Mi amigo se lució. Estaba en otro nivel. Una máquina. Con un hombro lesionado subía como corriendo. Hicimos tres largos de 60 metros de 75° una hora.  Cambiamos y seguí dándole, la canaleta era lo suficientemente ancha y no encontramos pasos de mixta. Sólo hielo y nieve, como en Perú.  A las 10.30 am salimos de la canaleta y sorpresa. Para la cumbre faltaba más de lo que habíamos calculado. Un largo acarreo llevaba hasta un espolón de unos 100 metros de roca de dudoso aspecto que conducía a la cumbre y que no habíamos visto desde abajo, pero…  la cumbre es la cumbre. ¿Seguimos?.  Es tarde. ¿El hombro? Demasiados rapeles. Las nubes. El viento.¿ Arriba?. ¿Abajo?. Abajo.  Bajamos.

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Ahora estamos por tercera vez a los pies de la vía de nuestros sueños y a menos que el cielo se abra y el viento cese de un momento a otro, será un tercer intento. Es inevitable sentirse frustrado, pero es parte del juego. Años de intentos y cumbres te enseñan. En aquellos momentos en que tomamos la siempre difícil decisión de volvernos hacen sentido palabras como las que dejó, y cito a otro súper escalador, Alexei Bolotov: “El éxito y la gloria no significan nada para un alpinista. Lo que llaman gloria no aporta nada a un alpinista. Esto no es fútbol, ni tenis. No da dinero. El éxito, en el sentido que se le suele dar a esa palabra, no existe para el alpinista. No vamos a las montañas en busca de éxito, y mucho menos de gloria». Nada vale más la pena que volver, sanos y salvos como cordada, ojalá amigos. Fracasar, para mí, es no intentarlo, no soñar con cumbres vírgenes o rutas inescaladas, es no atreverse a ir más allá, es no perseverar hasta cumplir tus sueños. Fracaso es dejarse llevar no por la magia y belleza de la montaña y el viaje que supone el aprendizaje del montañismo, que es fascinante, sino que por toda la parafernalia y marketing que la envuelve. Quien ama la montaña y el escalarlas no puede sino tomar cada intento como un logro, como un paso adelante que nos acerca a nuestros objetivos. Los llamados “fracasos” son el tipo de experiencia que más nos deja, depende de nosotros aprender, sacar en limpio, perseverar y seguir mejorando.

El agua está congelada. Mejor dejo de divagar. El tiempo esta malísimo. Nos volvemos a los sacos que mañana tenemos una larga jornada de bajada.

Por Sergio Infante.

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