Amapola Exprés: Un desplomado rutón de casi 900 mts en México

Categoría: Escalada, Noticias

Rodrigo Fica nos tiene acostumbrados a siempre andar haciendo cosas nuevas por el mundo. Esta vez anduvo por tierras Mexicanas  y se embarco en un aventurero proyecto junto a nuestro conocido Rudy y 3 escaladores más para equipar una ruta en una pared denominada «El Gigante», que debe su nombre  a las inmensas proporciones de su pared de casi  mil metros de recorrido. Disfruten de este «viaje» que se mandaron estos 5 escaladores en esta vía que denominaron «Amapola Express» y del particular relato a cargo de este gran montañista y escalador Chileno.  

Amapola Exprés : «Quien solo cuida los capullos de su jardín, nunca descifrará la espléndida bravura de las flores salvajes».

Boca cerrada no pierde fruta:

En abril de ese año que vivimos en peligro, estuve instalado en Potrero Chico escalando y conociendo la cultura de México. El viaje aguantaba, no pretendía regresarme a lado alguno y envié mensajes y correos a cuánto amigo encontraba, buscando más cosas entretenidas que hacer.

Me contestó Rudy Salinas, un conocido escalador mexicano que ha pasado varias temporadas por Chile y Patagonia, quien me dijo que por esas fechas pensaba ir al Gigante con otras personas y que quizás no habría problemas en incorporarme.

Sí, sí, bueno ya, contesté; aunque sin preocuparme de investigar nada. ¿Total? Todo sumaba, ¿cierto? Y mantuve el compromiso.

Hasta que los primeros días de mayo salí de Monterrey en dirección poniente para juntarme con los muchachos. El viaje fue de noche y hubo sinfonía de ronquidos. Como no podía dormir y el bus tenía Internet, aproveché la calma para finalmente averiguar un poco de qué se trataba todo el asunto.

Se me llegó a caer el pedazo de manzana que mascaba

La imponente pared llamada «El Gigante»

Parece que mejor cocino:

El Gigante es la pared más grande de México. Ubicada en pleno territorio narco, sus rutas son en roca mala, extraplomadas y con recorridos que llegan fácil a los 1.000 metros.

Dificultades que hasta hace muy poco tiempo atrás solo podían ser surcadas en estilo big-wall, con artificiales difíciles, pero que ahora también tienen algo de escalada deportiva desde la creación de «Logical Progression», la cual debe ser, si es que no me equivoco, la más larga del mundo: 900 metros (28 largos, 5.13a).

O sea, en resumen, estando ahí en el bus me di cuenta que mejor compraba luego un libro de repostería y me dedicaba en el campamento a hacer postres.

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Rodrigo finalmente decidio «abandonar» la repostería» y se monto en este entretenido y duro proyecto

Para subir, hay que bajar…

Incluyéndome, éramos cinco: Uri Anglada y Jesús Ibarz de España, y los mexicanos Beppe Torre y el ya mencionado Rudy. Escaladores deportivos de gran nivel, con experiencia y en muy buena forma física, el objetivo que se habían planteado era el de abrir una ruta nueva en El Gigante y liberarla.

Tras cruzar zonas de campesinos con revólveres al cinto, niños con AK-47 de juguete y autos circulando sin patentes, cosas normales, iniciamos la caminata de aproximación cuidándonos ahora de las serpientes cascabeles y los escorpiones. Solo faltaban osos polares.

Irónicamente, a la base de la Pared se llegaba… bajando. Mil metros. Marcha que fue lenta porque nuestros porteadores iban apenas. Pobres ellos, no era gente acostumbrada a ese trabajo. Nada más habían cometido el error de pasar frente a la casa de nuestro anfitrión, siendo seducidos por promesas de dinero rápido y fácil: llevar una carga hasta tal punto y volver.

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Una Postal de este «pedazo» de pared

La mitad de abajo

Uno asocia al norte de México a desiertos y cactus. Pero el campamento estaba emplazado al lado de un río de aguas transparentes de pasar suave, con pozones, rodeados de bosques y playas de arena. Solo faltaban las chicas con bikinis.

El primer día se fue en organizarse, portear algo y determinar la ruta a seguir. Yo ni abrí la boca, porque los muchachos se conocían bien las existentes y sabían lo que querían: surcar desde abajo hasta arriba el enorme y extraplomado zócalo central.

La tarea de abrir corrió por cuenta de Uri y Jesús. Beppe y yo establecimos el otro equipo de trabajo, pues Rudy cayó enfermo y tuvo que irse por algunos días. Mucho de porteo, limpieza y arreglos, y, cuando los ibéricos descansaban, nosotros también agregábamos metros.

seguro

Protegiendo en una pequeña fisura

Los primeros largos fueron fáciles, pero peligrosos. Una galería de tiro que dejó heridos y rompió equipo consistentemente. De temer. Cuando entrábamos en esa zona, yo usaba los puños bloqueadores en puro estado anaeróbico. Hasta alcanzar los 150 metros, que era el primer lugar donde se estaba protegido. Pero, uf, ahí comenzaban los techos los cuales básicamente solo se tumbaban al llegar a la cumbre. Te encargo el jumareo.

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Jumareo al infinito

A pesar del desgaste, la rutina fluyó y nos tomaría, no sé, como 12 días aproximadamente equipar 430 metros, algo así como la mitad de la pared, luego de lo cual decidimos, tras el regreso de Rudy y poco estructuradas conversaciones, irnos a dormir ahí con las hamacas.

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Recuperando fuerzas en el portaledge

La mitad de arriba:

Como éramos cinco tuvimos que subir 3 portaledges, cantidades ingentes de comida y casi como 100 litros de agua. Fue complejo, hubo errores, pero sudores más olores menos, pudimos instalarnos. Eso sí tras retirar los primeros 150 metros de cuerdas fijas que estaban al principio. O sea, nos desconectamos del piso y la cuenta regresiva comenzaba. Teníamos que terminar antes que la comida o el agua se acabara.

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El punto sin retorno…

No me acuerdo exactamente cómo fuimos equipando desde ese sitio en más. Uri y Jesús hicieron 100 metros, luego Rudy avanzó otro tanto siguiendo una espectacular secuencia de fisuras; después vendría Beppe, luego yo, de nuevo Rudy y bingo, salimos al filo cumbrero.

Al día siguiente, Jesús lideró dos largos más y surcando roca no muy buena, fuimos llegando, en forma tranquila y bajo un sol ardiente, a la amplia meseta cumbrera. Donde disfrutamos la lujuria de sacarnos el arnés por primera vez en muchos días y, claro, también poder ir al baño cómodos.

Tres semanas de trabajo, 870 metros, 7c+. ¿Y el nombre? Amapola Exprés, por supuesto, en honor al campo de aquellas flores de estados salvajes que teníamos que atravesar cada día para llegar a esta pared que habíamos venido a conocer.

 

Quisiera expresar mis más sinceros agradecimientos a Out!, representante en Chile de varias marcas de montaña y escalada, entre ellas Petzl, y también al Club Alemán Andino, DAV-Chile, por su cariño y apoyo de todos estos años.

Texto y fotos gentileza Rodrigo Fica

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