Despierta y lucha: el relato de la apertura de una nueva ruta en Cerro Peineta (Torres del Paine)
A fines de enero de éste año 2020, el australiano Sebastian Pelleti y el chileno Cristóbal Vielma abrieron una nueva ruta en la cara oeste del Cerro Peineta, en las Torres del Paine. «Despierta y lucha» nombraron la ruta que entre techos, diedros y fisuras los invitó con fuertes vientos patagónicos y bajas temperaturas, a llegar a su cumbre. En el siguiente relato, uno de sus propios protagonistas nos cuenta sobre el día de la hazaña.
Por Sebas Pelleti
Otra vez me encontraba en el suelo, botado por esas ráfagas que solo la Patagonia provee, capaces de dejarte tirado en una pestañada. Aunque he subido el Valle de Silencio en Torres del Paine muchas veces en los últimos años, esta es la primera vez que lo siento tan hostil. Aunque la temperatura se mantiene baja y el viento no se amaina, siento libertad por la ruta que quiero intentar; un pegue aventurero de esos que busco. Después de momentos trágicos entre amigos y montañas, la exploración me llama, un desafío alternativo a la inercia de buscar lo más técnico, más alto, y más arriesgado.
No es hasta las 6 de la tarde que logramos capear el viento hasta nuestro campo alto en la Caja Whillans. En frente está mi proyecto, lo he estudiado en una foto borrosa, soñando hace más de un año con la posibilidad de conectar unos sistemas de diedros y fisuras hasta su cumbre. Con Cris (Cristóbal Viela) no nos aguantamos y partimos a analizar la ruta. Una esquina roma de poca profundidad, resguardaba un micro fisura que podría ofrecer protecciones decentes. Conociendo la madrugada patagónica, decidimos abrir este largo este mismo día, aprovechando los rayos de sol que quedaban. Pasos libres de placa, con algunos artificiales de clavos y micro stoppers, fueron suficiente para resolver este primer tramo, y conectar con el sistema de diedros y fisuras rojizas que abrían camino más arriba.
Suena la alarma y el viento juega ajedrez con la mente. Ráfagas repentinas han azotado el campamento toda la noche, y la supuesta ventana de buen clima esta dudosa. Atrasamos la alarma aunque no volvimos a dormir, escuchando y analizando el viento. A las 8 de la mañana las ráfagas se calmaron hasta los 40 kilómetros por hora, al menos podríamos rescatar el equipo que dejamos en la pared. A las 9 estábamos encima del primer largo, el frio y el viento no son suficiente como para reprimir nuestras ganas de explorar los siguientes largos: un diedro de 80 metros con una fisura de manos partiéndolo por la mitad.
Montadas desplomadas, dulfers y empotres soñados, nos depositan al final de este diedro. Ahí se asoma un techo enorme y una travesía que debería permitirme conectar con otro sistema que sale directo a la cumbre, o al menos eso era lo que yo recordaba. Esta sensación de despegar de la reunión, lanzándote a lo desconocido, utilizando la intuición y los sentidos para orientarse en un mar de granito, es la gracia de este tipo de escalada. Cómo se siente cada agarre, cómo se van presentando cada pie y movimiento, y la alegría de encontrar secuencia tras secuencia de escalada estética mientras progresamos en lo vertical. Un hilo de agarres se abre camino hacia la izquierda, lo justo y fundamental para poder travesear este tramo aéreo y plaquero, hasta reencontrarme con la seguridad de una hermosa fisura de dedos.
Acordándonos de lo conversado y visto desde campo base, nos enfocamos en la navegación, observando cada hito marcado en el mapa mental que llevamos presente. Cris goza de los primeros rayos de sol que nos toca absorber, después de haber tiritado toda la mañana. Otra travesía expuesta nos conecta con el sistema final de chimeneas y diedros. La escalada no deja de sorprender, y aunque protección abunda, la ruta se mantiene vertical y física.
Asomándome al final de la última chimenea, siento el viento patagónico aumentando con cada metro que avanzo, una señal definitiva que nos estamos acercando a la parte más expuesta de la montaña: su cumbre.
Me mantengo en la cara protegida del bloque sommital, y monto el filo cumbrero para que el viento no me lleve. Nuestros gritos de alegría se escapan hacia la estepa con el viento Oeste, y tratamos de grabar este momento en la mente, ya que las fotos jamás se acercaran a esta realidad.
Comienzan los rapeles, y las cuerdas en bandolera se rebelan contra la gravedad, disparándose al cielo con cada ráfaga. Es solo llegando de vuelta al campamento que logramos apreciar la aventura que hemos vivido, lo estético de la ruta y lo afortunado que somos.
La ruta la nombramos ‘Despierta y Lucha’, describiendo la manera en lo cual nos despertábamos y luchábamos para abrir la vía. Pero por sobretodo ‘Despierta y Lucha’ hace referencia a la lucha que se vive en las calles de Chile en este momento. Como extranjero viviendo en Chile, me conmuevo con el pueblo y veo la frustración que llevan encima hace 30 años. Esta vez encontré mi lucha entre paredes graníticas de la Patagonia, pero la lucha para acabar con la injusticia sistemática, y lograr una verdadera igualdad y dignidad para el pueblo chileno, es lo más honorable. A esta revolución social, dedicamos la ruta, y apoyamos desde el rincón más austral de Chile.
Quiero agradecer a mis amigos, familia, Arcteryx Australia, Julbo Chile, y Tienda Estilo Alpino por el apoyo constante que hacen posible estas aventuras.