Entrenamiento mental: El autocontrol puede ser la clave que te falta para desarrollar tu potencial
La gran diferencia en el deporte actual, respecto al de antaño, es la capacidad de controlar y manejar las emociones. Esto no es un misterio ni un secreto. Los mejores en cada disciplina son física y técnicamente muy similares: TITANES. Quien gana o quien es segundo, quien llega más arriba o se derrumba al partir, está dado por la capacidad de autogestión de sus herramientas y capacidades emocionales.
No hay deporte ni instancia en la vida en donde nuestra capacidad emocional no sea esencial: aquel que pueda autogestionarse en este ámbito será un ganador- ganadora; en TODO.
Años atrás, trabajando con Tomás Ravanal, evaluábamos una de sus giras a Europa. Uno de los tópicos importantes que le marcaron en ese momento –y creo que siempre- era las caras de aquellos que peleaban el podio, la felicidad o paz con que bajaban del muro, la felicidad o estado de concentración –pero sin estar abstraídos del medio- en que se encontraban previo a salir a trepar. Lograban encontrar el punto exacto que les servía, el tono emocional y eran capaces de mantenerlos frente al stress que genera una competencia ante la mirada y la evaluación de cientos de personas externas.
Siempre me llamó la atención la frase que escuchaba en los relatos deportivos “se fue del partido”, tanto en fútbol pero sobre todo en tenis. Esto simplemente quiere decir que por algún motivo (algún estimulo externo como una sanción mal cobrada, un contrincante que me desconcentró; o interno: recordé la pelea con la novia, o que hoy están operando a mi abuela) mi cabeza, mi concentración ha dejado el “aquí y ahora”, para centrarme en eso otro. Y luego viene la frustración, enojo y hasta rabia, ya que mi rendimiento no es el que quiero…
Centrarme en lo que DEBO hacer, es una capacidad emocional. Luego de desconcentrarme, debo volver a centrarme y hacer lo que debo: esto es capacidad y autogestión emocional. Abstraerme de problemas o situaciones (internos o externos, reales o ficticios), es una herramienta emocional.
Que un Boulder no salga nos enoja y frustra. Como lo llamaría Daniel Goleman, generamos un “ataque amigdalar[2]”. En entrenamientos y competencias vemos a escaladores en estos ataques, enojados, puteando, hasta golpeando. O en tenis, no sólo el Chino Ríos quebraba raquetas… esta es una conducta bastante común en este deporte. Esto solo resta capacidad al jugador. Lo más seguro es que gane el contrincante, con un talento o capacidad menor, pero que en control de sí mismo, sea que gane.
“El Test de la Golosina”, es un libro donde se desarrolla un experimento clásico de la psicología experimental:
En los años 60 del siglo pasado, Walter Mischel decidió someter a un grupo de preescolares -hijos de profesores de la Universidad de Berkeley- a una potente tentación: la niña o el niño se quedarían solos en una habitación sin distracciones con una golosina delante. El científico, que previamente había pasado un buen rato jugando y construyendo una relación de confianza con el niño, le decía que podía comerse la golosina ahora o esperar hasta que éste regresara y entonces tendría dos golosinas. En cualquier momento, el investigador remarcaba, el niño podía hacer sonar una campanilla que traería de vuelta al adulto. A través de un espejo y con videocámara, los científicos observaban el comportamiento del sujeto y medían el tiempo que tardaba en caer ante la tentación o darse por vencido y hacer sonar la campanilla.
¿Qué se evalúa en este experimento? La capacidad de autocontrol[3] personal, el tener las herramientas para demorar la recompensa. Este fue el inicio de un experimento que ha seguido hasta la actualidad. Estadísticamente los niños que puntuaron alto en autocontrol lograron buenas relaciones sociales, buenos estudios, trabajo… Una vida “exitosa” en base a tener la capacidad “racional” de demorar las recompensas: no salir a carretear por quedarse estudiando un sábado para que le fuera bien en una prueba o lograr sacar una beca, mantener la ansiedad controlada para no engordar, o machacarse entrenando mientras los amigos se iban de fiesta, en pos de lograr un rendimiento deportivo sobresaliente.
«Encontramos una relación entre la habilidad de postergar la recompensa y cosas como tu índice de masa corporal -una medida que relaciona peso y altura y puede indicar problemas de sobrepeso y obesidad- a los 32 años de edad o con tu habilidad de perseguir objetivos, superar la frustración y persistir aunque sufras derrotas para conseguir finalmente tu objetivo. «Incluso sobre los 40 años podemos ver diferencias en los escáneres cerebrales sobre cómo te enfrentas a la tentación», asegura. En promedio, a mejor función ejecutiva, mejor nivel de educación, ingresos y calidad de vida. Todo por una golosina.(Mischel, para www.elmundo.es).
En la escalada, en el deporte, y en la vida es clave el cultivar un potente autocontrol. Este es quizás un pilar de la llamada Inteligencia Emocional, tanto para la gestión personal como a nivel social.
En lo deportivo, saber cómo y cuándo reaccionar frente a estímulos, controlarse ante una derrota o fracaso –como un mal cobro o una sanción inesperada, escuchar al entrenador ante instrucciones que no nos acomodan, dominar la ansiedad precompetitiva, liberar la energía en el pegue indicado –no antes, no después-, etc.
Y como todo lo que tiene que ver con la mente… esto es entrenable.
Ps. Sergio Miranda C.
Consultor de Entrenamiento Mental
[1] Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. [2] Es la reacción automática de la parte emocional del cerebro.
– La amígdala se apodera de todo el cerebro emocional, y NO permite racionalizar la situación real,
– Esto sucede porque al igual que en la evolución, el cerebro emocional entra primero al ruedo.
[3]El autocontrol es la habilidad de dominar las propias emociones, comportamientos y deseos o simplemente estar tranquilo.