Elongación, resistencia y fuerza: la trinidad para tener un cuerpo integral
¿A quién no le ha pasado que está apretando ese paso duro a punto de enchapar, y miras abajo izquierda y derecha, y hay unos pies buenísimos, e intentas llegar y no te da la apertura de las caderas? ¿O estás escalando un diedro y quieres subir tu pie a tu mano, y no te da? ¿O la roca te bota porque no puedes pegar más tu pelvis a ella?
La elongación permite primero que todo, mayor rango articular, y con ello, aumentas tus posibilidades de movimiento. Por ende, tienes mayor versatilidad en las rutas y boulders, sin hacer movimientos forzados.
A su vez ganas fuerza y resistencia. Como el organismo funciona como un todo integral, un músculo poco elongado le quita fuerza a los músculos antagónicos (ej. cuádriceps con los isquiotibiales).
Como escaladores, debemos cultivar la elongación, ya que lo que más hacemos es apretarnos! Y de ahí que empecemos con dolores en los codos, cuello, hombros, espalda, etc..
Músculos apretados comprimen órganos, arterias, nervios, huesos y articulaciones. Lo que finalmente se traduce en una deficiencia de irrigación sanguínea o inflamaciones de nervios y órganos, o bien, la producción de hernias en la columna. Por ende la prevención de lesiones crónicas y degenerativas es uno de los beneficios primordiales de elongar.
En la visión oriental, el “abrir” los espacios del cuerpo, es uno de los centros del trabajo físico y también espiritual. Mientras más estiras tu cuerpo, más espacio hay para que los fluidos se movilicen libremente y con ello, el espíritu. Así se promueve la salud física, emocional y mental.