La historia de Sara y la tragedia que podría haber evitado usando casco
Sara Gillers era de esas escaladoras que casi nunca ocupaba casco. Hasta que a sus 26 años, su vida cambió drásticamente y para siempre: un enorme pedazo de roca cayó sobre su cabeza. El accidente le provocó un tremendo trauma cerebral. Al punto de estar al borde de la muerte. Ya han pasado más de seis años y, aun cuando milagrosamente recuperó una vida relativamente normal, todavía sigue resintiendo los efectos día a día. Decidió compartir su historia para recordarle a toda la comunidad escaladora del mundo, que el casco no es un accesorio de decoración. Hay que usarlo siempre. De lo contrario, todos estamos expuestos a que nos pase lo que le pasó a esta escaladora, quien a pesar de todo, tuvo suerte de estar viva.
El 12 de Enero de 2008, mientras escalaba junto a sus amigos en East Peak, Meriden, CT, Sara aseguraba un amigo que iba por la ruta “Cat Crack”. Todo iba bien hasta que, a los 15 metros de altura aproximadamente, él accidentalmente soltó un gran “camote” de roca, el cual cayó justo en la parte de atrás de la cabeza de Sara, dejándola inconsciente inmediatamente. Por suerte, al escalador no le pasó nada, gracias a que lo aseguraban con gri-gri, lo que al mismo tiempo, salvó a Sara de no caer de la terraza en que se encontraba.
Sus amigos bajaron el cuerpo de Sara inerte, y después de una evacuación de dos horas, con un equipo de rescate de 18 bomberos, fue trasladada a un hospital en West Hartford, San Francisco, en helicóptero. Llegó en estado de coma 3 (literalmente casi muerta) y desde el primero momento, fue sometida a múltiples cirugías cerebrales e intentos por salvar su vida. No muy convencido de la supervivencia de esta paciente, el cirujano no quería hacer una craniectomía invasiva –en la que se extrae parte del cráneo para permitir que el cerebro se hinche sin causar más daño cerebral- pero la insistencia de la familia, lo llevó finalmente a tomar la decisión.
Luego de dos días y un par de cirugías cerebrales, Sara fue nuevamente trasladada a BWH, donde se le realizaron más cirugías, mientras seguía en coma, conectada en la UCI a 15 máquinas a través de tubos que salían por todo su cuerpo. El panorama no era alentador: si despertara en varios meses, el daño seria irreparable.
Sara escalando en Bishop tres años después de su accidente. Foto: cruxcrush.com
Para la familia fue difícil. La madre de Sara lloraba sentada junto a su hija en coma día tras día. Ambos padres eran médicos a tiempo completo, pero el accidente los obligó a despegarse de sus trabajos para poder ir día a día al hospital y supervisar el estado de Sara. Yosef, el más joven de sus hermanos, tuvo que volver de su viaje en Israel. Pero a los 10 días sucedió algo improbable: Sara despertó.
Luego vino la rehabilitación. Tuvo que volver a aprender a caminar y a hablar y a funcionar por sí misma. Al principio, ni si quiera era capaz de entender que tenía una lesión en el cerebro. Con tantos sedantes y analgésicos, no se daba cuenta que a su cabeza le faltaba un tercio de su cráneo. Tampoco recuerda el proceso de volver a aprender a caminar y a hablar. A penas se daba cuenta que algo había pasado, que había cambiado su vida.
Poco a poco empezó a comprender lo qué significaba y lo terrible que había sido su accidente. Recién a las dos semanas en el centro de rehabilitación, entendió que ya no podría volver a escalar. La escalada había sido su vida y de pronto se empezaba a dar cuenta que no podría seguir haciéndolo.
Buldereando en Bishop. Foto: cruxcrush.com
A las seis semanas pudo volver a casa. Por primera vez después del accidente sintió el duro golpe de la realidad y soltó su primer llanto. Tenía miedo porque no sabía que venía ahora ni como tendría que lidiar con la realidad. Decidió no volver a llorar de nuevo y desconectarse de sus emociones.
Dos semanas después de haber dejado el centro de rehabilitación, Sara tuvo que someterse a una nueva cirugía para que le volvieran a colocar el cráneo. Luego de esta intervención, algo sucedió con su gusto y olfato, sin poder degustar u oler muy bien durante cuatro años.
Pasó dos meses más en rehabilitación en un centro ambulatorio, donde recibió terapia física, ocupacional y del habla. En el intertanto, requería de una niñera que la cuidara a tiempo completo. A los seis meses, justo cuando empezaba a recuperar una vida un poco más normal, retomando un trabajo de asistente de investigación e incluso, practicando escalada indoor, tuvieron que someterla nuevamente a cirugía para drenar un hematoma y hacer reconstrucción del músculo que se había atrofiado cuando le tuvieron que remover parte de su cráneo. Esto le provocó una reacción que la llevó a retroceder fuertemente en su recuperación. Empeoró su memoria, no podría mantener la concentración e incluso olvidaba los episodios anteriores de las series que seguía en la tele. Y no pudo seguir escalando.
Sara junto al equipo de rescate de Meriden que la transporto el día del accidente. Foto: cruxcrush.com
Cuando la roca cayó y se fracturó el cráneo, Sara también se fracturó un hueso en el oído medio, lo que causó pérdida significativa de la audición en su lado izquierdo, desarrollándose un tumor no canceroso. Hubo que someterla a una nueva cirugía para extirpar el tumor. En total fueron 12 cirugías entre enero de 2008 y noviembre 2011.
Hoy Sara tiene un hoyo visible en la cabeza. Su cráneo está desalineado. Tiene una cicatriz que va desde la frente, hasta la nuca. Hay zonas de su cabeza en donde el pelo jamás volverá a crecer. Necesita dormir mucho más que una persona normal, porque si está con falta de sueño, le pueden dar convulsiones. Tal vez no pueda tener hijos. Quedó con problemas de memoria y no siente la confianza para seguir estudiando un posgrado.
Sara atravesando una tirolesa en el Verdon, Francia. Foto: cruxcrush.com
El objetivo de compartir esta historia, es obviamente, entregar un mensaje a la comunidad. Misión que para Sara hoy es un objetivo en su vida: promover la importancia de usar el casco. Para Sara, esto no es un problema del escalador como individuo, sino de toda la industria de la escalada. Los escaladores deportivos famosos, nunca se sacan fotos con casco ni tampoco promueven su uso. Habiendo tantos cascos en el mercado, con tecnología ultra confort, livianos, resistentes, luminosos, con bonitos diseños y colores.
El uso del casco en la escalada es algo que no debería ni si quiera plantearse, debiese ser automático, un acto casi instintivo. Esta linda escaladora pudo retomar una vida relativamente normal, incluso hacer un viaje de escalada y seguir disfrutando este deporte. Pero tuvo suerte. Y algo tan simple como haberse puesto el casco podría haber evitado todo el sufrimiento que vivió. ¿Vale la pena? No. Recuerden entonces no salir a roca jamás, sin estar seguros que su casco está en la mochila. Y no sacárselo más mientras estén en roca.
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Por Chileclimbers