Cerro Aconcagua // testimonio de Andres Zegers y su ascenso por la Sur

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Aconcagua, la cara sur

Testimonio de Andres Zegers, atleta The North Face, sobre su ascensión por la Pared Sur del Aconcagua, de 6.000 mts altura, que incluyó dos vivacs y la apertura de una nueva variante;

«…Yo me sentía como un mosquito ante la grandeza de la pared, pues se veían los múltiples y gigantescos glaciares colgantes como cuales matamoscas»

La cara sur del Aconcagua es sin duda una de las grandes paredes más famosas y representativas de Sudamérica. Aquí el Acconcahuac (en quechua) o “Centinela de Piedra” muestra todo su poder y energía. Con sus monstruosas avalanchas de nieve e infame roca descompuesta, la escalada se inicia a 4.200 mts y termina a 6.962 mts. Lo que se traduce en 2.600 mts de desnivel expuestos a sus caprichos y al malhumorado clima, además de una retirada compleja. Y por si fuese poco, un infame glaciar superior, el cual se ve como una fácil pendiente, pero son incontables las historias de malas condiciones de nieve que fomentan un tortuoso avance.

He subido el Aconcagua 34 veces, pero por muchos años mantuve el sueño de ascender esta pared, sin embargo, había decidido que sólo la afrontaría cuando me sintiese bien entrenado aeróbicamente y motivado, además con un compañero muy fuerte.

Con los años de observación, fui descubriendo unos bellos sistemas de cascadas de hielo, en un espolón que lleva directo al lado derecho del glaciar superior. La ruta en si debía ser un poco más segura que la Ruta Francesa de 1.954 mts. Y por otro lado, estas cascadas – que se encontraban sin ser escaladas- siempre me habían llamado como el canto de hermosas sirenas.

El año 2009 en Patagonia conocí a Andrea Di Donato, un guía de montaña, con el cual a los pocos minutos sabía que podía escalar y me la pasaría muy bien. Subimos juntos en Dolomitas, la “Comici” de la Cima Grande. Fue muy rápido y entretenido escalar con él. Luego nació en mí la idea de ascender juntos la cara sur del Aconcagua. Se lo propuse, y muy pronto él compró los pasajes para venirse.

En diciembre del 2010 nuestra expedición partió con un fuerte cliente alemán, Uli, y se nos sumó Aike, un amigo guía de montaña. Con ellos, realizamos un rápido ascenso en siete días de la ruta normal del Cerro Mercedario 6.770 mts. Mientras subíamos, íbamos viendo como casi todos los días las tormentas azotaban en las tardes al Aconcagua.

Al bajar, Aike y Uli regresaron a Chile, pero para Andrea y yo, empezaron los problemas burocráticos. El permiso costaba ¡¡¡$3.000 pesos argentinos!!! Ósea US $700 dólares por persona, y yo no tenía tanto dinero a mano y Andrea tampoco y además no le funcionaba la tarjeta. Yo estaba un poco mejor que él, pero sólo podía sacar de a $1.000 pesos al día. Así, luego de tres días al borde de la locura, y ya planeando diversos atentados para poder sacar nuestro dinero, Fernando Grajales nos ayudó y pudimos partir.

Al parque entramos el 19 de diciembre, el día de mi cumpleaños ¡qué mejor! y al fin ahora seríamos nosotros y la montaña, sin otras distracciones. Esa tarde, junto con una pequeña tormenta, llegamos a plaza Francia, a 4.200 mts, allí estábamos solos.

Aunque hace poco que habíamos subido el Mercedario, es muy diferente caminar por una ruta normal, que escalar muros verticales de hielo y roca con todas tus cosas de campamento a cuesta, y por lo demás, seríamos los que abriríamos la huella. Sin duda necesitaríamos más aclimatación y ya habíamos perdido tres días en tierras bajas.

El día 20 amaneció esplendido, y yo me sentía como un mosquito ante la grandeza de la pared, pues se veían los múltiples y gigantescos glaciares colgantes como cuales matamoscas. Este día lo aprovechamos para observar las posibles rutas y las condiciones. El día 21, otro día resplandeciente, seleccionamos y bajamos a confluencia el material que no necesitábamos, comimos unos bifes y averiguamos el pronóstico meteorológico, el cual parecía bien; sin precipitaciones aunque algo de viento. Luego de haber visto tantos días de clima inestable, nos volvía locos estarnos aclimatando mientras veíamos cómo pasaban estos esplendidos días, de modo que, pese a no encontrarnos tan fuertes todavía, decidimos tomarnos sólo un día más como descanso (el 22) y salir el 23 a la 2:00 AM.

El 22 estuve tratando de descansar todo el día, pero no podía, el calor era demasiado intenso. Entonces, pasadas las 3:00 de la tarde le propuse a Andrea que saliéramos, ¿no hace mucho calor? me respondió, “sí un poco, pero la parte inferior está en sombra y no puedo descansar” le contesté. Así, comimos algo, terminamos de prepararnos, nos hidratamos, e iniciamos a la 5 pm del día 22 de diciembre nuestro ascenso.

En la aproximación no me sentía muy fuerte, tenía algunos calambres en el estomago pero sabía que podía manejarlo. Mientras subíamos relajadamente, íbamos ganando desnivel rápidamente. Corría agua por algunos lados, la cual aprovechábamos de beber, en el terreno se alternaban penitentes y rocas descompuestas de 35º a 40º. Seguimos por un pequeño espolón de roca descompuesta más protegido, y con algunos pasos de escalada fáciles, pero aéreos. Algunos penitentes más, y junto con empezar el hielo, nos encordamos. Avanzamos un centenar de metros y la escalada comenzó a ponerse vertical e incluso fueron apareciendo unos pasos desplomados, pero luego de un descanso (necesario a 5.000mts con mochila), empezó a haber mucho hielo negro –o muy duro o podrido-, los tornillos apenas entraban o entraban demasiado fácilmente. Teníamos ocho tornillos, así que escalamos tramos cortos.

Luego de tal vez unos cinco largos, el ángulo de la pendiente empezaron a disminuir y seguimos escalando en simultáneo. En esta parte corría mucha agua, la que te salpicaba y rápidamente se congelaba. En este tramo se me quebró un borde de hielo y metí los dos pies al agua (¡requete mier… argg que estupidez!). En fin, ya estábamos ahí. Seguimos subiendo y esquivamos una cascada de agua, la cual con su brisa escachaba todo, y muy pronto nos encontramos nuevamente entre penitentes y roca descompuesta. Quedaba poco para que oscureciese, así que buscamos un lugar para el vivac. Tuvimos que aplanar la nieve y tallar el hielo a mitad de una pendiente de 40º a unos 5.400 mts. Ahí, logramos hacer una pequeña terraza de 1 mt de ancho y 2 mt de largo. Una vez armado el vivac, derretimos nieve para hidratarnos y ¡a comer!, faena que tuvimos que terminar metidos dentro del saco de dormir. Y digo “el” saco de dormir, pues llevamos solamente uno para los dos, ¡por lo cual nos vimos obligados a dormir en cucharita! Eso si, teníamos una lujosa bolsa de vivac para dos personas y dos medias colchonetas, una mochila la pusimos en los pies y la otra la usamos de almohada, todo un lujo. A las 12:00 de la noche, finalmente, intentamos conciliar el sueño, pero aunque la  noche fue muy tranquila, tuve que luchar algunas horas para secar un poco mis pies y lograr calentarlos.

El día 23 de diciembre, eran las 6:00 de la mañana, y con el amanecer ya nos encontrábamos hidratándonos nuevamente y preparando las cosas, pues en realidad la pared es sur este, por lo que rápidamente nos alumbraron los rayos del sol. A las 8:00 ya nos encontrábamos en marcha, pasando por un poco de hielo de 60º y nuevamente por penitentes, para luego tomar un espolón de roca fácil pero descompuesta. Posteriormente partiría la montada al glaciar superior, sin duda la parte más peligrosa de la ruta, con un enorme un glaciar colgante de más de un centenar de metros, al cual en cualquier momento se le podría desprender algún trozo. Así, rápidamente, justo debajo de este gran matamoscas, escalamos un largo de roca muy descompuesta, fácil pero que exigía gran cuidado y pocas protecciones. Luego de otro hielo, debíamos proseguir en simultáneo por un mixto en travesía y finalmente una escalada en un hielo de unos 70º y otra travesía más con algunas pasadas muy aéreas en hielo de 80º por el borde del glaciar, y ya estaríamos fuera de peligro. Proseguimos con un  poco de caminata, abriendo huella en nieve alternada de resaltes de hielo de 80º de unos 10 mts, esquivamos algunas grietas y nos dimos un merecido descanso de casi una hora, en el que derretimos nieve y aprovechamos de hidratarnos, todo esto a 5.900 mts.

Seguimos subiendo al glaciar superior, el cual era ya casi plano, dirigiéndonos hacia el Espolón de Los Franceses. Eran las 12:00 del día y sabíamos que pronto estaríamos allí. Pero empezó la pesadilla… Debajo de la nieve profunda habían penitentes, por lo que con cada par de pasos, nos hundíamos hasta la cintura. Entonces empezamos a tratar de ir de cresta en cresta, dando una gran zancada, pero llegando casi arriba o iniciando el siguiente paso, se quebraban, o si lográbamos seguir por las crestas de estos por algunos pasos, perdíamos el ritmo nuevamente, enredados con las mochilas en el fondo de estos. Las horas pasaron y recién a las 4:00 PM llegamos a la base del espolón. Cinco horas para menos de 1km horizontal y 150 metros de desnivel… Bueno, este sería seguramente el último punto bueno de vivac y la noche nos pillaría de todas maneras antes de salir del espolón. En una grieta a 6.200 mts escogimos nuestro vivac esta vez, aunque era como un sarcófago realmente, así que tuvimos que raspar la nieve del techo para que con nuestros movimientos no nos cayera encima. Pasamos toda la tarde en la ceremonia de hidratación y nos devoramos una polenta. Yo por mi parte, trataba de secarme un poco más los pies. Con las luces nos  rendimos al mundo de los sueños.

El 24 de diciembre, nuevamente a las 6:00 AM ya nos encontrábamos derritiendo agua y realizando toda la ceremonia matutina. A las 8:00 AM ya estábamos abriendo huella nuevamente. Desde aquí pasar dos grietas con hielo de hasta 95º, la primera de unos 30 mts y luego de una rampla de nieve, la segunda de unos 15 mts, ambas con hielo muy duro, con salidas excavando y rajuñando la nieve hasta que el piolet se pudiese enganchar en algo. De aquí vendrían algunos centenares de metros de una rampla de nieve y hielo en ensamble, para realizar una chimenea vertical en roca “algo más sólida” esta vez. Encontramos unos clavos viejos, la primera señal desde el inicio de nuestra escalada, de que alguien más había estado en esta parte de la pared. Luego de un poco de indecisión de por dónde seguir, proseguimos por unos largos de mixto y nos encontramos en el filo del espolón. Allí decidimos derretir algo de agua y proseguir.

Pasamos otra travesía y unos canalones finales en ensamble, para finalmente a las 4:50 PM encontrarnos en la arista cimera. Desde este punto, con un poco de viento pero en un día espectacular, proseguimos abriendo huella por las famosas ante-cimas de rigor, para llegar a la cumbre a las 7:00 PM. Después de 50 horas de haber dejado Plaza Francia, tomamos unas fotos y comenzamos el descenso por el gran acarreo hacia Nido de Cóndores en la ruta normal. Llegamos de noche y nos recibieron unos guías argentinos con grandes felicitaciones, invitándonos a pasar la noche en una cómoda carpa-comedor. Nos prepararon te y comida, nos prestaron parcas de pluma, por lo que la noche de Navidad, no tuvimos que hacer cucharita. También nos contaron que los últimos días hubo demasiado viento en la ruta normal para hacer cumbre, pero a nosotros en cambio no nos había afectado en lo mas mínimo.

El 25 de diciembre perezosamente seguimos comiendo e hidratándonos. Cuando salimos de la carpa nos dimos cuenta de que el clima había cambiado y la cumbre estaba cubierta, y soplaba bastante viento en la parte superior de la montaña. Finalmente bajamos a Plaza de Mulas en donde Pablo, un viejo amigo campamentero, nos prestó las zapatillas para bajar hasta confluencia.

El 26 yo tenía unas ampollas en el pie, así que Andrea y otro amigo argentino fueron a buscar el resto del material a Plaza Francia. El 27 finalmente bajamos a Penitentes y tomamos el bus a Santiago. Regresamos a mi casa en un taxi, bajamos el material y Andreas quiso sacar una foto, cuando en eso le cambió la cara ¡¡¡se le había quedado la mochila pequeña con las dos cámaras en el taxi!!!

¡Qué gran aventura, pero qué tristeza! Sacamos tantas fotos, filmamos tanto y ahora se todos esos recuerdos se perderían. Bueno pero así terminaba nuestra ascensión, con una brusca llegada a la civilización. En fin, guardaré grandes recuerdos, me siento afortunado de haber tenido -dentro de todo- tanta suerte en la montaña.

Topo realizado por Andrés Zegers:

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Ver el topo en jpeg, tamaño completo, aquí:

Fotos:

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