Degradación ambiental en Madagascar: rol de la escalada en la conservación de las zonas

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El bote que te lleva a la isla. Foto de Alvaro Diaz.

Respecto al reportaje de Escalada en Madagascar por Alvaro Diaz, que se publicó el día de ayer, el autor da cuenta de un importante tema que rodea a nuestro deporte y que, aunque creamos tenerlo consciente, la experiencia no lo ha demostrado tan así: el respeto por el medio ambiente y la biodiversidad sobretodo en sectores de díficil acceso para la gente, ya que somos más directamente lo escaladores los responsables de que ciertas zonas mantengan un estado lo más puro y natural posible.

Al hablar de Madagascar uno podría tratar una multitud de tópicos con respecto a esta mística isla; de hecho, su nombre mismo: «Madagascar» trae consigo un signo de interrogación; basta sólo decir que una de las pocas imágenes mentales que yo tenía de su apariencia, venía de una película con pingüinos y leones como protagonistas. Pero dejando de lado esa fantasía, uno podría por ejemplo tratar temas relacionados a su historia y desarrollo únicos y separado del resto de los continentes (hace 160 millones de años); o bien se podría hablar de la rica biodiversidad de plantas y animales, tan diversa y tan distinta que aproximadamente cerca del 80% de las especies que en ella habitan sólo existen aquí y en ningún otro lugar de la faz de la tierra [1]. Se podría asímismo dar origen a un largo y extenso artículo sobre los orígenes de la población humana (proveniente de Asia en lugar de África); o bien tratar sobre las diferentes tribus que existen, cómo viven, cómo se relacionan y cuán distintos son entre ellas… O se podría, además, construir un tratado político sobre cómo la corrupción ha afectado el progreso del país; o hacer un ensayo sobre la influencia francesa en la isla y la amplia comunidad de expatriados que se encuentra en Madagascar.

Pero para nosotros apasionados a la escalada existen tópicos que tienen implícita relación con nuestra actividad: el medioambiente y los impactos negativos y/o positivos que son causa directa de nuestras actividades. La escalada como actividad, se desarrolla mayormente al aire libre y en hábitats naturales. Sin embargo, como seres especiales que somos, ansiamos lo novedoso y nos sentimos especialmente atraídos por aquellas zonas que son vírgenes y donde la mano del hombre y el desarrollo aún no han corrompido la pureza de los sectores. En cierto sentido, como escaladores concebimos nuestro rol como algo parecido a ser los paladines de la naturaleza: nosotros somos aquellos que podemos entrar y salir sin dejar rastro, o aquellos que sabemos exactamente cómo comportarnos por la simple razón de que nuestras intenciones y motivaciones son puras y conscientes.

No creo ser el primero en decir que en un importante número, esto no es así. En este tema, el de los impactos que acarreamos con nuestra simple presencia, todos tenemos una responsabilidad, y en el cómo llevamos esta responsabilidad está la clave de la cuestión si es que queremos poder practicar nuestras actividades en determinados sectores a través de las generaciones.

Nosotros, los escaladores, sí tenemos un alto impacto asociado, aunque nos ceguemos a este hecho. Ya son conocidas las peleas en Chile sobre equipar o no equipar en ciertos lugares, o la irresponsabilidad en el manejo de nuestra basura (que a pesar de ser un problema que nos puede parecer muy propio del escalador chileno, no es aislado, sino que también es un inconveniente serio en varios lugares de Europa y el resto del mundo). En general, es un mal de los escaladores que simplemente no han internalizado de manera consciente los valores y la responsabilidad que acarrea la realización de una actividad como la escalada. Este no es en ningún caso sólo un tema de establecer normas y pautas de comportamiento, la problemática es mucho más compleja y tiene raíces mucho más profundas que esa.

En el caso de Nosy Hara, la única forma de acceder a las islas (y por lo tanto poder escalar) es a través de una pequeña organización fundada por un escalador y aventurero francés que decidió convertir Madagascar en su nuevo hogar. El hecho de que no hay otra forma de acceder a estos lugares fue un tema que rondó en mi cabeza por un largo rato antes de interactuar directamente con la organización. La primera reacción que tuve al contactarlos fue de una especie de shock debido al alto costo de acceder a las islas: “las paredes son de todos, no existen dueños de la roca”, “monopolio asqueroso”, “ni siquiera en África se salvan de los chupasangres que buscan hacer lucas a costa de lugares hermosos”, y aunque esos eran algunos de mis pensamientos, aun así nos decidimos a darles una oportunidad con la mente abierta y tratando de no hacer juicios de valor desde la ignorancia.

Antes de aterrizar en Madagascar, ya me era familiar la gran crisis ambiental y la enorme degradación de sus ecosistemas. La gravedad es tal que cerca del 90% de los hábitats originales han sido destruidos [2], multitudes de especies han desaparecido y muchos de los actuales sobrevivientes se encuentran en amenaza de extinción.

Se han presentado una multitud de explicaciones para la gran degradación medioambiental existente en la isla, una de las más comunes y de más fácil digestión es aquella hipótesis Neo-Maltusiana que se fundamenta en la quema de bosques y selvas tropicales a manos de una población ignorante para la posterior plantación de arroz para su subsistencia. A pesar de que dicha razón si explica parte de la desaparición de los ecosistemas nativos -las técnicas de agricultura usadas por la gente son altamente ineficientes y son un gran causal de erosión de los suelos- esta no es la principal razón del porqué del frágil estado de los ecosistemas de Madagascar. Existen serios análisis alternativos que incluyen además factores políticos, económicos e históricos y que en su conjunto se ven fuertemente correlacionados con el aumento exponencial de los impactos en la isla [3].

Destrucción de los bosques. Esta triste vista es común en todo rincón de Madagascar. Foto de Alvaro Diaz.

De todo este blablá, hay una cosa que es clara, y es que sea cual fuere la real causa o conjunto de causas que han tenido tal dañino efecto en un lugar tan precioso como es la isla de Madagascar, todos estos han sido llevados a cabo por la especie humana y su condición en conjunto: población, entidades gubernamentales corruptas, intereses económicos externos y finalmente por lisa y llana ignorancia [4]. Es casi como mirar con una lupa lo que está sucediendo en el mundo entero hoy en día.

Lo que ha realizado New Sea Roc (la organización que debemos contratar si queremos escalar en estos lugares) en Nosy Hara, es de lo más responsable y respetuoso que he visto en términos de manejo de un sector de escalada, esto teniendo en cuenta la gran tentación que puede surgir al manejar lo que es literalmente una mina de oro en términos de turismo aventura.

En un acto de colaboración mutua, la organización toma y hace uso del lugar pero también devuelve a la comunidad local: la gente que trabaja en la organización es toda local; gran parte de las utilidades se han utilizado para construir pequeñas escuelas, proyectos de desarrollo sustentable y enseñar técnicas de agricultura a las comunidades locales; la cantidad de personas que pueden ingresar a los sectores de escalada en las islas está limitada por un cupo anual, cosa que disminuye los impactos creados por la comunidad de escaladores. Ni quisiese imaginar que pasaría con este pedazo de paraíso si a los impactos ambientales propios de la población local le añadimos un turismo inconsciente y en particular, escaladores inconscientes.

El capitán, la gente contratada por New Sea Roc es nativa del area. Foto de Alvaro Diaz

En cierto sentido, podría parecer injusto que el acceso a lugares como éste sea restringido, sobre todo cuando existe un privado haciéndose responsable de su manejo, pero habiendo compartido directamente con la gente relacionada a dicha organización, sólo puedo decir que las motivaciones de su operar se fundamentan desde el amor por el lugar y los deseos de protegerlo y enriquecerlo. ¿Y no es eso exactamente lo que debemos internalizar? Cultivar un real amor por las zonas en que practicamos nuestras actividades, y bajo esa convicción interna crear normas y sistemas colaborativos para asegurar su protección y correcto uso. Mucho hemos visto de aperturas de nuevos sectores y de las polémicas por quien los equipó o quien no los equipó, mucho se ha hablado de la protección de accesos mediante instrumentos legales, pero aún nos falta camino por recorrer en el ámbito de cultivar la educación y el sistema de valores que consecuentemente nos permitirán encarnar o personificar el respeto y el amor por los lugares que frecuentamos (y por aquellos que están por descubrirse).

Y repito, no es suficiente sólo crear un marco normativo específico para la protección de las zonas, necesitamos también personas que encarnen esas normas, ya sin esa internalización no hay marco que perdure (sería como construir un equipo de futbol sólo con boxeadores). Las dos cosas deben desarrollarse sistémicamente y en conjunto.

Yo creo que todos estamos plenamente conscientes de que nuestra actividad en Chile aún está en pañales y que a todos nos gustaría disfrutar de nuevos sectores, pero creo que como comunidad aún nos hace falta quizás pensar más allá de sólo abrir más y más grandes sectores, o de desarrollar tantas competencias de escalada deportiva (que es en lo que más se ha puesto énfasis últimamente), creo que también debiésemos pensar en complementar dicho desarrollo con un espacio para generar instancias educativas utilizando el enorme potencial de la escalada en todo lo que se refiere a educar a nuestra sociedad, tanto a nivel de desarrollo personal como con respecto al cuidado de nuestro ambiente.

Fácilmente podríamos aprovechar el momentum del desarrollo de la escalada hoy en día y complementarlo con cultivar un sistema de valores para realmente lograr encarnar el amor y respeto por nuestro medioambiente. Este potencial de la escalada lo tenemos un poco olvidado, y hay ahí una poderosa herramienta de cambio cultural y de comportamiento en la cual todos podemos aportar y ser reales embajadores de un cambio que  es hoy urgentemente necesario.

Estas humildes observaciones no tienen por ningún motivo el fin  de criticar, de hecho recuerdo un dicho por ahí que dice: “en cuanto sé, no reflexiono” y este artículo más bien tiene por fin último simplemente el ser una invitación a la reflexión y al intercambio honesto de perspectivas sobre el mejor desarrollo de nuestra tan amada actividad.

Un abrazo.

[1], [2] Fuente: World Wildlife Fund
[3] Jarosz, Lucy. Defining Deforestation in Madagascar
[4] Randrup, Claudia. Evaluating the effects of Colonialism on Deforestation in Madagascar.

Por Alvaro Diaz

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Nota Relacionada:
Escalando por Madagascar // Descubre Nosy Hara.

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