Revisitando Terminator, escalada en hielo en Hierba Loca

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columnista Rodrigo Fica

Rodrigo Fica, reconocido montañista, nos relata sus ascensos y reciente encadenamiento de Terminator, una técnica y difícil cascada de hielo en Hierba Loca: 

La escalada en hielo en los Andes Centrales es una actividad de reciente data. A diferencia de su homónima en roca, sus cultores son pocos y no hay muchos lugares donde practicarla.

Pero este panorama de subdesarrollo no impide reconocer la belleza de una cascada de hielo que se forma en el valle de Yerba Loca, en los farellones localizados al oeste del sendero, a aproximadamente tres horas de caminata desde Villa Paulina, curva 14 del camino que sube a Farellones.

Esbelta, alta, hermosa, por décadas fue mirada por montañistas y escaladores, quienes no dejaron de mirarla con ganas e incluso soñar algún día con realizarle el, por entonces, todavía virgen primer ascenso.

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Trasquilado

Recién en la década del 90 hubo experiencia y capacidad suficiente entre la comunidad local como para comenzar a hacerle intentos serios, dentro de los cuales ocho corrieron por cuenta de Pablo Besser.

En uno de esos intentos, lleno de energía incombustible y sin tener quien lo acompañara, literalmente me arrastró un fin de semana del invierno de 1994 para que lo acompañara. Tras un primer día calentando las manos en las cascadas que después se agruparían bajo el nombre de «Coliseo», al día siguiente nos metimos de lleno en nuestro objetivo.

Yo nociones de escalada tenía pero no estaba a la altura del objetivo, así es que Pablo era el que punteaba. Mostrando fuerza y una técnica que para mis entonces juvenil parecer me pareció sobre‑humana, fue capaz de remontar las cuasi verticales secciones y, en dos largos cortos, cubrir 50 metros.

Una rotura de mi crampón (no me pregunten cómo pasó y qué ocurrió después), lo lento de nuestra escalada y dado que teníamos que regresar ese día a Santiago nos conminaron a volver.

En cuanto a mí, me fui trasquilado pero también tranquilo. Total, estaba claro que dedos para el piano no tenía.

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Tranquilo

Esta cascada recién el año 2000 vería su primera escalada, realizada por la magnífica cordada de Martin Waldhoer, Eduardo Mondragón y Waldo Farías. Ellos la bautizarían como «Terminator», graduándola como WI5, con aproximadamente 170 metros de recorrido, o sea, unos 4 largos. Cinco años después, vería su primera escalada todo chilena, por Felipe González Donoso y Andrés Zegers.

Yo, por mi parte, tranquilo igual; siguiendo aquella larga ruta que me llevó a todas partes pero nunca a la escalada en hielo de cascadas. Hasta que decidí hacer un viaje a Norteamérica para depurar mi técnica y, bueno, en suma, ver hasta donde llegaba este camino.

El problema fue que, al regresar, me di cuenta que estaba ahí, justo como para intentarla. Quizás no sobrado, pero definitivamente listo. Una vez más, ya no tenía más excusas.

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Terminator

Como compañero de cordada pensé en Constanza Toro, quién desde que la había conocido había demostrado una disciplina táctica y una capacidad de funcionar bajo presión que eran perfectas. Además, su palabra era de fiar. Si decía que iba, es que iba, algo importante en el mundo bulderero que vivimos.

Hicimos un primer esfuerzo en mayo, uno en el cual tuvimos serios problemas en la aproximación debido a lo heterogéneo del terreno. Aún así pudimos hacerle un intento, uno que fue una lucha. Estaba ventoso y heladísimo, con drifting. Peleando por ganar cada metro. Tras 120 metros, la llegada de la noche y las cuerdas congeladas nos conminaran a regresar.

Un mes después pude hacer magia y coordinar unos cursos de hielo que me permitirían tener un día,  pero sólo uno más, para volver a intentar Terminator. Para ello Constanza tuvo que caminar sola los 17 kilómetros del valle, háblenme de motivación, y llegó a tiempo a unirse justo cuando se nos venía un frente de mal tiempo.

Despertamos temprano. Subimos rápido y entramos decididos, sin dilación. Pank, pank, pank…  55 metros para el largo 1 y un bloque gigante que golpea a Constanza en el casco. El segundo largo subiendo hacia la izquierda y luego hacia arriba, por sectores verticales. Un hoyo gigante, luego a la derecha y relevo. Hacía frío, tanto que asegurar era espantoso. Los cielos estaban nublados y algo plumillaba, pero el viento se contenía, aguantaba.

El tercer largo me sorprendió por lo duro del hielo, que estallaba completamente, lanzando bloques gigantes. Pero después vendría terreno algo más húmedo seguido de un relevo colgando. Constanza siempre sin detenerse, con movimientos perfectos y cramponeando con sus botas de esquí. Limpiando el equipo y guardándolo sin errores, en silencio.

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Salí de ese relevo cansado, reventado de tanto golpear. Asustado también de estar donde estaba. No era tan bueno para estar relajado. Mirando hacia abajo, al último seguro tres metros más abajo. Maldición. Y de repente, alcé la cabeza y vi que se acababa. Que sólo quedaban 6 metros.

Y me detuve. Miré a Constanza y asentí. Forrado los dos totalmente, no pudimos ver nuestras caras o hablarnos, pero entendimos.

Me arreglé el guante y limpié un poco la visera. Quise demorar el momento. Prolongarlo. Veinte años después de haber salido asustado, había regresado de las sombras para demostrar una vez más que en nosotros está el poder de cambiar.

Seis golpes finales y surgí a la gran explanada inclinada que marca el fin de Terminator. Constanza llegaría casi al instante. Y ya sin la protección de los farellones, el viento comenzó a azotarnos, levantando torbellinos de nieve por doquier. Nos abrazamos.

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Qué magnífico momento. ¿Cierto? Qué magnífico instante. ¿Para qué tratar de describirlo?

Quisiera expresar mis agradecimientos a Out!, representante en Chile de varias marcas de montaña y escalada, entre ellas Petzl.

Por Rodrigo Fica

Petzl

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