El Chaltén // Jimmy Mora y Gigio Rojas relatan su ascenso a la Torre Standhart por la Ruta Exocet

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Hace unos días nos había llegado la buena noticia: dos chilenos, en una temporada extremadamente fea en cuanto a clima, realizaron un exitoso ascenso a la Torre Standhart (2700) m por la vía «Exocet» (W15+,5+) en El Chaltén el 24 de enero de 2014. Uno de estos dos grandes personajes, es Alejandro «Jimmy» Mora, el mismo que subió la Aguja Innominata en solitario en 2007, quien realizó el tercer ascenso chileno al Cerro Torre en 2008 y que nos sorprendió el año pasado con la Pared Sur del Cerro Falso Altar en solo. Su cordada, Francisco «Gigio» Rojas, Instructor en el Club Alemán Andino (DAV), también cuenta con importantes logros, en las que se destacan una nueva ruta en Torre Norte del Paine, Cerro Peineta, Aguja Mermoz en el Chaltén, Pared Sur del Morado y Placa Verde. En su lista de ascensos también figura la Aguja Innominata. Del ascenso, Gigio nos comparte su relato:

La Torre Standhardt (2700m) está ubicada en las cercanías de El Chaltén, Argentina. Sus vecinos son el Cerro Torre y la Torre Egger, formándose un circo impresionante de montañas. La aproximación a la pared consiste en una caminata de seis horas hasta el campo base de Niponino. Desde el campo base, se requieren algunas horas más para llegar al inicio de la ruta que teníamos en mente: «Exocet» (WI5+,5+), la cual parte justo en el col. Esta ruta fue abierta en 1988 por Jim Bridwell, Greg Smith y Jay Smith.

Nuestra primera subida a la base de la pared fue más que nada de reconocimiento y porteo de material. Luego de avanzar por el glaciar y observar las condiciones generales, decidimos bajar al pueblo.

El jueves 16 de Enero partimos a hacer un intento serio, saliendo a medio día de El Chaltén para vivaquear en campamento Niponino. Seguimos la mañana del viernes  hacia el fondo del glaciar para comenzar a remontar la rampa y el canalón del Col de la Standhardt. El lugar era de ensueño y en el col, que tiene un bloque empotrado, comenzaba la escalada de dificultad propiamente tal, con un largo corto (WI4) de unos 18mts, de verglas, improtegible por unos 9mts, que solo dejaba subir apoyando las puntas de piolets y crampones. A esto le seguía un largo mixto, con graduación 5+, con fisuras congeladas y una travesía final sobre regletas. Era un poco mañoso, pero lo pasamos sin mayores contratiempos.

Posteriormente a esto le seguía una sección de rampas con nieve y algunos pasos de hielo, además de un rapel, al término del cual nos encontró el anochecer y también el mal tiempo, por lo que decidimos tallar una pequeña repisa en el hielo para sentarnos y esperar si el clima mejoraba, por lo que fundimos nieve y nos alimentamos cada cierto tiempo.

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En esto se nos fue la noche, tiritando. Nos encontrábamos mojados y a ratos corrían rachas de viento que nos bajaban aún más la temperatura. Nos tapábamos la cabeza por la nieve que escurría ladera abajo proveniente de las chimeneas superiores de la pared, solo con la única manta de vivac que debimos compartir, y cada cierto rato teníamos que levantarnos para sacudirla por el peso que implicaba la nieve acumulada sobre la cabeza. A la mañana siguiente el tiempo no estaba tan malo, aunque cubierto, y a ratos corrían rachas de viento, pero la noche fue agotadora por lo que decidimos bajar. Debimos realizar ocho rapeles y una caminata hasta Niponino, pero luego de un pequeño descanso en este lugar ya por la noche del sábado estábamos en el pueblo.

Los días sucesivos fueron de descanso, escalada y revisión periódica del clima – el tiempo no había estado bueno, “las ventanas” casi no habían existido, solo quedaba esperar y tener paciencia.

El miércoles 22 salimos nuevamente rumbo a Niponino (un dato: el nombre se debe a que este campamento está entre los vivacs polacos y noruegos, y no porque escaladores nipones lo hayan bautizado, o sea, quiere decir ni polacos, ni noruegos). En el camino pensaba que probablemente esta sería una de las últimas opciones que tendríamos de intentar la torre, debido a que el 29 debía estar volviendo a Chile. En el cielo se veían nubes, comenzaba a nevar, había poco viento y la temperatura estaba muy baja, y luego de seis horas de caminata sobre el glaciar, nos dispusimos en nuestra cueva sobre la morrena para alimentarnos, hidratar y dormir.

En la mañana observamos que cayó abundante nieve, pero casi no había viento y las nubes comenzaban a disiparse, por lo que aún con un poco de recelo, nos pusimos a preparar el equipo, tomamos un largo desayuno, nos dimos tiempo de observar cómo se comportan las laderas con la nieve fresca, seguimos quitando un poco más de equipo de las mochilas, hasta que decidimos partir bien pasado el medio día.

La caminata remontando el glaciar esta vez estaba muy pesada por la nieve. Aproximadamente a las 18:00 hrs llegamos al punto donde empezaba la escalada. Ahí nos cruzamos con una pareja de escaladores argentinos que habían partido antes que nosotros y quienes decidieron bajar. Continuamos escalando por el terreno ya conocido en el intento anterior, pero decidimos parar en una cómoda terraza de nieve a reponer fuerzas. Nos tomamos un descanso, alimentamos e hidratamos, por unas cuantas horas, para continuar subiendo a eso de las 3 am. Esta sección nocturna consistía en empinadas rampas de nieve con pasos de hielo, un rapel y más rampas. La base de la chimenea crucial (WI5+) la encontramos  ya amaneciendo, y aquí Jimmy volvió a tomar la punta. La cascada felizmente se encontraba en buenas condiciones, el único inconveniente es que nos alcanzó una cordada Suiza. En un principio pensábamos que iban a ser mucho más rápidos que nosotros, pero en los primeros 3 largos de la chimenea (la cual tiene 230 mts de alto), fuimos al mismo ritmo, de hecho teníamos que ir esperando para poder enlazar los largos. Recién pasado la mitad de la cascada, se adelantaron más, pero debimos soportar eso sí la constante caída de bloques de hielo, algunos de los cuales resultaban ser bastante grandes, y bastaba que golpeara uno sobre nuestras cabezas para que se arruinara todo. Los suizos tenían una estrategia distinta: el segundo Jumareaba. En nuestro caso el segundo escalaba.

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La escalada era lenta, muy sostenida, vertical y en algunos casos demasiado estrecha, con secciones de offwidth gélidos que apenas dejaban rasguñar el hielo del fondo de la fisura… imposible proteger. Se debían combinar multiplicidad de técnicas, regleteo en mono punta, técnicas de chimenea propiamente tal, picar en el hielo y apoyar la espalda en el muro, extensión, etc. Mucha resistencia, realmente fue muy “luchada”. En un momento inesperado Jimmy hasta se dio un vuelo, fue en uno de los tramos casi finales y más duros de la ruta, cuando ya las reservas de energía comenzaban a agotarse. Promediando la tarde sentíamos que el fin de la chimenea estaba cerca, pero a la vez observábamos que las nubes empezaban a entrar y que el viento volvía a soplar a ratos. Bajo este panorama, además con toda nuestra ropa completamente mojada, empezaba a rondar en nuestra mente la idea del regreso, pero aún así continuamos.

Ya en el fin de la chimenea, venía un fácil pero desprotegido largo plaquero con abundantes lajas o “flakes” de no tan buena calidad. En el fin de este largo y ya en medio de la neblina, pudimos vislumbrar la rampa final y la blanca silueta del hongo de 35 mts a través de las nubes, esto fue una inyección de ánimo inexplicable, que desapareció toda la pesadez, por lo que comenzamos a apurar aun más la marcha. En estos momentos el frío casi no importaba, pero las cuerdas se empezaban a poner tiesas como palo y nuestras parcas y barbas también. Con mucho ánimo vimos que el largo final del hongo era más corto y fácil de lo presupuestado, eran las 18:00 horas cuando Jimmy alcanzó la cumbre. Debimos eso sí subir de a uno, dejando un top-rope en el corto largo de hielo. La aérea arista cumbrera se componía de nieve llena de aire, casi como un “souflé”, sólo que no de queso. Literalmente tuve que ponerme de “guata” en ella para no botarla hacia el extraplomado abismo.

Lo que vino fueron rapeles, mucho viento, una cascada de granizos como millares de pelotas de ping-pong dentro de la chimenea, que no nos dejaban ver hacia arriba. Cuando salimos de ello tuvimos un gran alivio, sólo nos quedaban los rapeles conocidos del intento anterior, lo malo… bajó la ventisca. Para peor, justo en el primero de estos rapeles, el nudo de la cuerda se empotró caprichosamente. Fueron múltiples las maniobras para intentar soltarla, las cuerdas y cordines se encontraban muy congeladas, el agua se había acabado hacía mucho rato y estábamos deshidratados.

Por fin, luego de una gran travesía, la cuerda tomó el ángulo necesario para que pudiera pasar el nudo. Se nos habían ido un par de horas en estas circunstancias y estábamos agotados. En algunas reuniones llegábamos a pestañear e incluso a soñar medio despiertos. Solo nos alertábamos cuando escuchábamos el “libre!” de nuestro compañero, a lo cual debíamos comprobar tres o cuatro veces cada maniobra antes de iniciarla. Aproximadamente a eso de las 4:00 am. pasamos el último rapel que consistía en una rimaya. La caminata de regreso se nos hizo larga, pero llegamos felices a nuestro campamento base de Niponino cerca de las 6:30 am.

Luego de dormir durante algunas horas en Niponino, partimos hacia El Chaltén, lugar al cual llegamos bien entrada la noche. Al llegar a nuestro lugar de alojamiento, nos encontramos con algunos amigos que nos estaban esperando, y felices nos dirigimos a comer algo para celebrar nuestra ascensión.

Nuestros agradecimientos a tienda de montaña Justclimb, club alemán andino DAV y tienda Patagonia por apoyarnos y permitirnos realizar esta expedición.

Por Francisco «Gigio» Rojas

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