La Experiencia Señoret // Escalando las Torres del Paine

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El valle del silencio nos recibió tal cual como es: un ambiente imponente, vientos muy fuertes, un lugar que te hace sentir muy pequeño y vulnerable. De a poco asomaban el Escudo y el Fortaleza, las dos enormes paredes que yacen al final del valle. Nuestra adrenalina, ansiedad y felicidad crecían por cada metro que avanzábamos.

Ese día caminamos desde la Hostería Las Torres hasta la famosa “playita” que se encuentra bien adentrada en el valle, lugar donde haríamos nuestro primer vivac. En esta expedición íbamos 4 personas, Vicente Espinosa, Cristóbal Señoret, Juan Señoret y yo. Los 4 íbamos muy motivados y nuestro primer objetivo que nos habíamos propuesto era escalar la Torre Norte.

En cuanto llegamos a la playita, El Tola y Waipe se “ganaron” con una cuevita en la que cabían dos personas cómodas durmiendo, y yo con Juanito dormiríamos en el exterior esperando mirar las estrellas sabiendo que se venía la ventana de buen tiempo. Lo que pasó fue que cuando oscureció a eso de las 11:00 de la noche comenzó a caer una llovizna que a larga se fue transformando en una fuerte lluvia. Con Juanito pudimos dormir poco y nada, mojándonos y pasando una muy mala noche. Al día siguiente comenzó un pequeño resfrío, algo muy negativo para ir a escalar, puesto que te quita gran parte de las energías y sobretodo la manera de ver las cosas a la hora de subir una pared. Ese día el tiempo  estuvo un poco inestable asique no pudimos arremeter la pared. Ya en la noche se mejoró el tiempo y salieron las estrellas. Al día siguiente había que atacar.

Nos levantamos alrededor de las 4:00 de la mañana, con bastante frío, pero con todas las ganas de estar ahí, en la pared. Salimos a eso de las 5:00. La morrena que hay que subir te toma tiempo y es bastante exigente, asi que nos demoramos algo así como dos horas en llegar al pie de vía. Decidimos, entre los cuatro que lo mejor sería ir todos por la misma vía, la cual nos encandiló a todos en cuanto la vimos. Se trataba de “Taller del Sol”, la que desde el primer largo saca a relucir sus increíbles fisuras. Primero fueron escalando la cordada Tola-Waipe y más de atrás veníamos yo con Juanito. Personalmente, me sentía muy débil por el resfrío que provocó esa insoportable noche bajo la lluvia, sumado al frío de la mañana en el que no se sienten las manos al escalar, pero al cabo de los dos primeros largos ya las energías estaban puestas en el objetivo.

Íbamos a un muy buen ritmo hasta que llegamos al sexto largo, donde se dejaron ver poco a poco unas nubes que iban cubriendo el cerro Fortaleza. Mal signo. Sabíamos que si el Escudo y el Fortaleza se comenzaban a tapar se venía el mal tiempo. Nos juntamos los cuatro en una reunión y esperamos a ver qué pasaba. Tan solo unos minutos después comenzaron a caer unas gotas que luego se transformaron en granizos. No quedaba otra que bajar rápidamente.

Al bajar, creímos que la ventana de buen tiempo que habíamos estudiado los días anteriores no iría a aparecer y tendríamos que volver a Puerto Natales al día siguiente, pues el tiempo esa noche no mostró buenos signos y nos trajo la lluvia nuevamente. El resultado: yo y Juanito nos mojamos otra vez y pudimos dormir entre poco y nada.

Al día siguiente a eso de las 12:00 del día, entre mucho sueño, cansancio y malestar, nos dimos cuenta que había un sol radiante y no había un solo rastro de nubes. Éste era el día.

Nos dirigimos a tomar desayuno donde se encontraban nuestros compañeros y al llegar a la cueva nos dimos cuenta de que Tola y Waipe se preparaban para subir la pared. Habían descansado y tenían la motivación a tope. Ya conocían por donde atacar la vía y tenían la gran ambición de hacer cumbre ese mismo día. Por el otro lado de la vereda, yo y Juanito no nos encontrábamos en condiciones de escalar ese día. Les dimos todas nuestras energías a los muchachos y éstos partieron a toda velocidad.

Ése día, con Juanito nos hicimos nada mas que comer y descansar. El sol estaba insoportable y había pocos lugares donde esconderse de él. A ratos mirábamos con unos anteojos larga vista esperando ver a nuestros compañeros en la pared, pero la verdad es que no vimos más que unos cóndores rodeando la pared.

Ya de noche, nos empezamos a preocupar un poco, pero sabíamos que habían salido tarde a escalar y era probable que llegaran de noche… Eran cerca de las 1:00 de la mañana cuando escuchamos algo a lo lejos, nos despertamos y nos dimos cuenta que eran los muchachos dando gritos de alegría. Habían logrado la cumbre y estaban eufóricos de felicidad, llegaron a comer como animales y a relatar toda esa aventura que habían vivido ese día. Fue un momento muy emocionante. Al día siguiente se vino venir la tormenta y bajamos rápidamente a Puerto Natales.

Diez días después volvíamos con todas las energías. Por un lado yo y Juanito teníamos pendiente  “Taller del Sol” y Tola con Waipe querían atacar la Torre Central, por la vía “Bonnington”. Esta vez, veníamos en compañía de nuestro gran amigo Nicanor Molinare, quien entre risas y fotos disfrutaba de la travesía hacia el Valle del Silencio.

Lamentablemente, el despertador no sonó a las 1:00 de la mañana como tenían planificado Tola y Waipe para tener tiempo suficiente de subir y bajar la imponente Torre Central. Por otro lado, yo y Juanito nos despertamos a las 6:00 de la mañana por nuestro objetivo. Nos dimos cuenta que los muchachos estaban ahí, durmiendo. Los despertamos y se dieron cuenta de que era muy tarde para salir en busca de la Central. Se quedaron ese día en la zona de vivac junto a Molinare disfrutando del lugar.

Con Juanito partimos escalando a eso de las 9:00 de la mañana. Tengo el recuerdo vivo de lo frío que es estar a pie de pared preparándose para escalar. Luego de caminar dos horas y un poco más, llegabas al pie de vía y te empezabas a enfriar, hasta que nos pusimos a escalar. Ya conocíamos los primeros seis largos, los cuales hicimos a toda velocidad sin parar siquiera a tomar un trago de agua. Sentíamos que íbamos a buen ritmo y que no tardaríamos tanto tiempo en llegar a la cumbre. Cuando nos juntamos en la reunión del octavo largo tuvimos una duda. Se podía seguir derecho o irse un poco por la izquierda, justamente una de las indicaciones que nos habían dado nuestros compañeros, por un canalón que nos habían descrito, justo lo que veíamos frente a nuestros ojos. Así que nos fuimos por la izquierda. Subimos un largo relativamente corto y encontramos una reunión. Subimos otro, de gran dificultad y encontramos otra reunión. Creíamos estar muy cerca de la cumbre hasta que me tocó liderar el largo siguiente, donde llegué a un punto en que no había reunión y era muy difícil continuar. Por la derecha había un techo muy grande, por el centro se veía un offwidth con mucho hielo y por la izquierda el acceso era prácticamente imposible. Le dije a mi compañero en ese momento: “no veo por dónde seguir pero voy a armar una reunión natural para que subas y veamos qué hacer” a lo cual el me respondió: “¡Tai loco! Si no hay reunión perdimos la línea ¡y estamos mal!”. La verdad es que me di cuenta de que habíamos perdido la línea y que no era el camino correcto el que seguíamos los últimos tres largos. Tuve que desescalar ese largo entero, lo que no fue fácil y no estuvo extinto  de peligro. Al bajar nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado y que para llegar a cumbre tendríamos que rapelar dos largos y luego subir cinco largos. Por momentos fue bastante frustrante porque queríamos la cumbre pero nos dimos cuenta de que la mejor decisión era bajar por el tiempo que nos tomaría hacer la maniobra ya que no queríamos descender de noche.

Luego de bajar, con más de algún inconveniente en los rapeles debido a la gran cantidad de fisuras que pueden atascar las cuerdas, nos dimos cuenta de que habíamos estado muy cerca de la cumbre y de que había sido una gran aventura, un gran día. A pesar de no haber hecho cumbre quedamos muy contentos de haber tenido el privilegio de escalar en las increíbles Torres.

Después de estas dos ventanas de buen tiempo, el tiempo se vino venir muy malo y la estadía en Puerto Natales se nos hizo muy larga, hasta que nos fuimos. A pesar de esto, quedamos muy contentos y agradecidos por las experiencias vividas en la montaña, un lugar en el que nunca se deja de aprender y disfrutar en armonía.

«Queremos agradecer el apoyo que nos dieron en este viaje a nuestras familias y amigos, a Andes Gear, Yerba Mate Taragui y Universidad Andrés Bello, quienes nos ayudaron a llevar a cabo este proyecto»

Por Diego Señoret

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