Primeros chilenos en la cumbre de Capicúa: testimonial de una utopía

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Capicúa

Diego Señoret nos relata su experiencia sobre cómo él y su cordada Vicente Espinoza, «El Waipe», escalaron con el famoso Sean Villanueva, la máquina belga, y llegaron a ser -sin planearlo- los primeros chilenos en conquistar las paredes del cerro Capicúa en el Valle de La Junta, Cochamó, abriendo una nueva ruta de tradicional: Utopía.

Hacía mucho frío y había mucha neblina esa mañana, con Waipe estábamos descansando de una intensa jornada en la vía “EZ does it” en el cerro Trinidad, que habíamos hecho dos días antes.

Eran algo así como las ocho de la mañana. De pronto sentí unos pasos que se dirigían a nuestra carpa y luego una voz nos habló: “mi compañero Nico estuvo vomitando toda la noche y no se siente muy bien para escalar, necesito un compañero para ir a buscar un equipo que dejamos ayer en el cerro Capicúa”.

Al instante sentí reconocer esa voz, era la de alguien que había conocido en Enero en Frey y con quien nos volvíamos a encontrar en el valle de Cochamó. Entonces le dije a Waipe “¡es el Sean Villanueva!”…nos miramos y sin decir nada supimos que teníamos que aprovechar la oportunidad… “al parecer mañana está anunciada lluvia y me gustaría ir a retirar un petate que dejamos a mitad de vía…” nos explicó.

Con Waipe saltamos de la carpa y le dijimos que los dos queríamos ir…”por supuesto”, dijo, “de a tres será más divertido”.

Rápidamente fuimos en busca de nuestro equipo y partimos caminando a toda velocidad hacia Capicúa, que se encontraba como a una hora del campamento base. Cuando llegamos al pie de vía, nos equipamos y Sean nos dijo “prepárense para esta primera parte que es escalada en la selva…”, mientras se colocaba un cintillo como de guerrero en la cabeza. Y así fue, ascendimos algo así como 100 metros entre ramas y árboles para llegar al pie del primer largo.

Rápidamente Sean preparó todo para montarse en el granito con sus 2 cuerdas ultraligeras. Los primeros largos no eran de gran dificultad, pero con Waipe quedamos impresionados con la velocidad con que el belga se movía por las fisuras poniendo sólo unos pocos seguros en muchos metros de escalada. Cuando se le acabó la cuerda la primera vez nos gritó “¡simultáneo!”…nos pusimos las mochilas y lo más rápido posible empezamos a escalar.

Recuerdo que, cuando nos encontramos los tres en la primera reunión, Sean quiso hacer un alto y mostrarnos un pequeño seguro con forma de lenteja… “ésta es mi lenteja de la suerte”, nos comentó.

Los primeros 400 metros se basaron en mucho simultáneo y pocas reuniones…al cabo de unas horas habíamos llegado a la cómoda terraza donde el día anterior Sean junto a su cordada Nico Favresse habían dejado un petate Black Diamond con abrigos, mucha comida y mucho equipo… De repente, nos dimos cuenta que el belga estudiaba la línea, “con Nico teníamos pensado ir por ahí”, nos dijo apuntando con su mano la parte derecha de Capicúa. “La otra opción es ir por la izquierda que es mas fácil y menos vertical”.

Entonces Sean abrió el petate Black Diamond y nos mostró 2 plumas Patagonia, todo el alimento a disposición y todo el equipo. Al fondo del petate se encontraban sus juguetes preferidos, los camalots nº5 y nº6. Al sacarlos nos miró y nos dijo con mucho entusiasmo “¡estos por si nos toca divertirnos!”, al mismo tiempo que los abría y cerraba, una y otra vez, con una sonrisa un poco diabólica en su cara.

Entendiendo que era la media oportunidad, sin si quiera pensarlo le dijimos que íbamos a muerte por donde él quisiera abrir. Entonces nos dijo que fuéramos por el lado derecho…”es probable que rapelemos de noche, pero vamos bien equipados”.

Los largos de ahí en adelante se fueron poniendo cada vez más difíciles y verticales. Veíamos como Sean tenía que pelear y sufrir con las cerradas fisuras que se iban presentando. Hasta llegar a un desplome con un techo incluido, donde la cosa se puso de extrema dificultad y vimos los primeros vuelos del belga, con gritos de furia incluidos “¡mierdaaaa!”, “¡joder!”, repetidas veces. Se molestaba mucho por el hecho de no liberar.

Fueron tres largos “de la muerte” seguidos, donde Villanueva se mataba punteando y volando y Waipe y yo lo dábamos todo yendo de segundos, entre techos y árboles, usando un t-block y un estribo cuando no podíamos avanzar. En el último de los largos difíciles, mientras el belga limpiaba una fisura ya de noche, se escuchó un grito: “¡¡¡mi lenteja!!! ¡¡Noooo mi lentejaa!!”. Había dejado caer su amuleto, el cual tenía un gran valor sentimental para él. Haber perdido ese pequeño seguro realmente le dolió.

Después de estos tres desgastantes largos, seguía una lucha contra el cansancio y el sueño. Eran cerca de las once de la noche y aún quedaba bastante. Lo bueno es que después disminuyó la dificultad y pudimos disfrutar de las perfectas fisuras que iban apareciendo.

Ya cerca de la una de la madrugada, comenzamos a escalar en simultáneo porque llegamos a unas planicies pronunciadas y entonces creímos haber llegado a la cumbre. Sin embargo, escalábamos y escalábamos y la cumbre no llegaba… “¡esto no se termina nunca!” gritó Sean.

Cerca de las tres de la madrugada, ya exhaustos,  llegamos por fin. La felicidad de ese momento era tan grande, que dejamos de lado el cansancio por un segundo ¡después de mucho trabajo habíamos logrado el objetivo! nos comimos un merecido chocolate y nos sacamos una foto, a oscuras eso sí, pero bueno, era la foto de cumbre.

Todavía debíamos encontrar el rapel de la única vía que había anteriormente en Capicúa (Tigres del Norte), lo que no fue fácil, pues nos tomó algo así como dos horas de búsqueda. Recién comenzamos a rapelear a eso de las cinco de la mañana, cuando algunas gotas comenzaban a caer poniéndonos en alerta. Por suerte la lluvia no prosperó y cuando amanecía, salió un sol radiante.

Después de 15 rapeles llegamos nuevamente a la terraza donde Villanueva y Faveresse habían dejado su petate lleno de provisiones dos días antes…fue ahí cuando sentimos calma. Sean sacó su característica flauta y comenzó a tocar al mejor estilo irlandés. Fue un gran momento de relajo después de tan duro trabajo.

Cerca de las dos de la tarde, después de bajar los últimos diez  rapeles llegamos a tierra firme. Después de 30 horas de gran aventura la misión estaba cumplida y nuestro agradecimiento con la máquina belga era infinito… gracias a él ¡con Waipe habíamos sido los primeros chilenos en llegar a la cumbre de Capicúa!

La ruta fue llamada UTOPIA 7B A1 y fue con especial dedicación a nuestro hermano Pato Mercado Q.E.P.D.

Por Diego Señoret

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